El presidente Turbay Ayala nos hizo reír hace ya sus muchos años cuando en su campaña presidencial propuso la mágica idea de reducir la corrupción “a sus justas proporciones”. Nos hizo reír porque era un político más de nuestro mundo político en donde todo es comprado.
Sin embargo, quien haya analizado con buenos ojos aquella propuesta, debió resaltar dos cosas: la primera, que los que se dediquen a la fructífera actividad de corromper o ser corrompido sean muy poquitos y que las tajadas que saquen del ponqué no sean majestuosas, sino apenas un diez por ciento del contrato o negocio, o hasta un quince por ciento si la suciedad llega a niveles impensados.
Han pasado los años y hoy vemos que aquella propuesta turbayista ha adquirido medidas impensables y la justa proporción parece haber sido perfectamente comprendida, el presupuesto nacional se ha convertido en un gran colchón con almohadas y todo tipo de juguetes donde cada cual hace lo que quiera hacer sin pudor o censuras afectando a las grandes estrellas de las tres ramas del poder público, el legislativo del cual mejor ni hablar, del nada simpático cartel de la toga que mancha a los grandes eminentes juristas del país y ni qué decir del gobierno de blablablá Santos.
El legislativo del cual mejor ni hablar,
del nada simpático cartel de la toga que mancha a eminentes juristas del país
y ni qué decir del gobierno de blablablá Santos.
Hoy ya aquella cama necesita una limpieza extrema, o más que limpieza una buena quemada parecida a la que hacía con los libros aquel candidato conservador, aunque como se ven las cosas en el corto futuro solo se ve que la corrupción nos seguirá arropando en sus justas medidas.
¿Volvemos a la castidad y barajamos de nuevo?
Y hablando de…
Y hablando de barajar de nuevo, creo interesante anotar que las Farc no pueden ser parte de nuestra salvación. Han gobernado buena parte del país por más de cincuenta años a punta de terror y bala, acompañado con algo de coca segregando a la mujer guerrillera.
No son buena referencia.