Ordóñez y la importancia de aprender a llorar por los dos ojos

Ordóñez y la importancia de aprender a llorar por los dos ojos

"Esto no significa nada distinto que alzar la voz de protesta, denunciar y condenar los crímenes y violaciones de derechos humanos independientemente del actor que los cometa"

Por: Julián Andrés Pastrana Cuéllar
julio 19, 2017
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Ordóñez y la importancia de aprender a llorar por los dos ojos

Hace alguno años el entonces Procurador General Alejandro Ordóñez ponderó la importancia de "llorar por los dos ojos". Con esa frase el exjefe del Ministerio Público pretendía dar a entender que bajo su administración sancionaría a los funcionarios públicos independientemente de su filiación política. Si cumplió o no con esa promesa no lo voy a analizar en este escrito, pero sí vale la pena decir que a los colombianos en efecto nos falta aprender a llorar por los dos ojos.

En una país tan polarizado como Colombia las posturas políticas se han radicalizado. Y eso es especialmente notorio al momento de escuchar las opiniones de los colombianos sobre la violencia que ha azotado a este país durante décadas. Muchos de los que están a la derecha del espectro político condenan con vehemencia los crímenes de guerrillas de izquierda como las Farc y el ELN. Pero a la hora de hablar de los violaciones cometidas por grupos de extrema derecha como los paramilitares, les restan gravedad o, incluso, las justifican aduciendo una especie de "legítima defensa" frente a los abusos de los grupos insurgentes. Si son agentes del Estado los involucrados en crímenes contra los derechos humanos, los derechistas consumados llegan incluso a negar que esos hechos en verdad sean así y alegan una persecución por parte de una justicia politizada.

Pero algunas personas militantes de izquierda no se quedan atrás: censuran los crímenes cometidos por paramilitares y agentes del Estado, pero son tibios a la hora de condenar los abusos de grupos de extrema izquierda.

El orden de las cosas y lo ideal sería, retomando la palabras del exprocurador, "llorar por los dos ojos". Y esto no significa nada distinto que alzar la voz de protesta, denunciar y condenar los crímenes y violaciones de derechos humanos independientemente del actor que los cometa, sea este un paramilitar, un guerrillero o un agente de Estado.

Ahora que se habla tanto de la justicia transicional en el marco de los acuerdos de La Habana, esa misma polarización y tendencia a juzgar con un doble rasero a unos y a otros vuelve a aflorar. Ciertos sectores de la derecha se rasgan las vestiduras por los beneficios y gabelas que puedan recibir los miembros de las Farc, pero al mismo tiempo exigen garantías que rayan en la impunidad —aunque obviamente no lo manifiesten en esos términos— para agentes del Estado acusados de graves infracciones a los derechos humanos y al DIH. Entretanto, en la izquierda hay voces que defienden los beneficios a las Farc, pero cuestionan duramente que esos mismos beneficios sean aplicados a los miembros de la Fuerza Pública.

El derecho de las cosas sería respetar esos beneficios tanto para unos como para otros, aunque exigiendo eso sí que haya verdad y reparación para las víctimas. O si de plano se está en contra de esos beneficios, demandar que sobre los violadores de derechos humanos caiga todo el peso de la Ley, pero sin hacer distinción entre uno y otro bando. Es decir, no limitarse a reclamar duras penas para unos y perdón y punto final para otros.

El doble rasero no solo se circunscribe a la cuestión de la justicia transicional, sino a muchos otros temas. Por eso vemos a ciertos señores uribistas exigiendo el fin de la dictadura en Venezuela, pero defendiendo todos los desaguisados de su jefe. O señores de izquierda criticando duramente a Uribe y la derecha, y al mismo tiempo haciéndose los de la vista gorda o minimizando la crisis desatada en el país vecino por el señor Maduro.

Llorar por los dos ojos no es fácil. El que lo haga puede ser acusado de incoherente y de prenderle una vela a Dios y otra al diablo. Pero por más complicado que resulte hay que intentarlo. Las tropelías y desafueros en Colombia no han sido responsabilidad exclusiva de un solo bando.

 

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