No imagino a qué hora terminó la celebración en el Palacio de Nariño, -si acaso ha terminado-, ni las botellas de Cardhu
Single que se consumieron anoche los recalcitrantes miembros del secretariado de las Farc, luego del anuncio del Consejo de Estado en referencia a la salida del también recalcitrante Procurador General de la Nación.
¡Y no era para menos! De amores y odios saben todos los políticos de este país; pero es innegable que nadie como Ordóñez se convirtió desde hace casi ocho años en el dolor de muela de tantos sectores en Colombia.
Una cosa sí es segura, nunca en nuestra historia republicana un funcionario público había chocado tanto con la sociedad, y esto, antes que mostrar poder o debilidad, lo que hace es desestabilizar el orden jurídico, máxime en un país donde la ley es casi prostituta al servicio del poder, y la constitución no es otra cosa que una colcha de retazos lacerada por los padres de la Patria.
Las cifras son claras: 2.800 funcionarios destituidos; 82 Gobernadores, más de 1.500 alcaldes y otra suerte de funcionarios estatales, sumado a sus posturas radicales contra diversas ideologías que se abren paso en la sociedad, hacen de Ordóñez la perfecta espada de Damocles para unos, y para otros más resentidos, este bonachón personaje pasará a la historia como la genuina representación de los Medici, que hace 500 años cometieron barbaridad y media.
Lo que muchos no han dimensionado en la catástrofe que se esconde tras esta victoria estatal. Pocos la tienen clara como los recién destituidos 16 concejales de Cartagena, cuyo proceso muy seguramente terminará exonerándolos, tal como ocurrió hace poco en villavicencio, donde 11 concejales destituidos, al final fueron declarados casi víctimas, en tanto que quien finalmente se quemó fue el procurador que los destituyó. ¡Hágame el bendito favor!
Ni hablar de las joyas de la corona de la rancia izquierda colombiana, Gustavo Petro y Piedad Córdoba, cuyas lágrimas de felicidad ante la salida del "masón" ya deben inundar los enormes procesos disciplinarios que los inculpaban, procesos que desde hoy reposarán en los anaqueles de lo impune.
Dicen algunos sesudos, que la salida de Ordóñez nada tiene que ver con el actual proceso de paz. Sin embargo, después de muchos años la erradicación por aspersión aérea solo se dio cuando el proceso de paz estaba caminando. La ley de Justicia y Paz que tanto defendió el exministro de defensa Juan Manuel Santos, solo se vino a ver como nociva después del proceso de paz, ¡Ahora si es mala! y tan raro que después de tres años y medio, solo hasta ahora que arrancó la desesperada campaña por el sí, el propio Juan Manuel Santos sugiere al Consejo de Estado que avance en el proceso de Ordóñez. Reitero, ¡Hágame el bendito favor!-
Finalmente, hay que decir con la decisión del Consejo de Estado se va la piedra en el zapato de Juan Manuel Santos. También el tormento de las Farc, la pesadilla de los cientos de funcionarios seguramente corruptos y que estaban en la mira de Ordóñez.
Se va el coco de los promotores del aborto, de los "científico-psicólogos que le apuestan a la eutanasia, y finalmente, hoy es el día del arco iris para la comunidad LGTBI, también representada en el Gobierno por ministros, senadores, y toda suerte de nefastos personajes que en su loca carrera por conseguir a la fuerza y hasta permeando el sistema educativo, derechos tales el matrimonio y adopción gay, han tergiversado de tal forma nuestra cultura, que hoy pesa más la opinión de las minorías, que lo que piense el grueso de la sociedad colombiana. Esto sin contar que con la caída del Procurador queda en libertad el derroche económico de la campaña de Santos por el plebiscito.
Llegó el día del arco iris. Se va Alejandro Ordóñez, claro está, después de haber abusado de su cargo para hacer política, después de entrometerse en lo humano y lo divino, haciendo de juez y parte como buen lefebrista. Cae en el mejor de los momentos, pues con él también se va no solo el único defensor de la familia, sino también el dedo acusador de la perversa corrupción colombiana. Sale justo ahora, cuando El Presidente y las Farc necesitan el Sí, cuando varios congresistas necesitan mantener con vida al perverso sistema de salud que está matando más gente de la que pudieron matar en su historia la guerrilla y los paramilitares juntos.
Ha comenzado una nueva y peligrosa etapa en la jurisprudencia colombiana. La era del autoritarismo gubernamental y el servilismo del poder judicial a ese autoritarismo. ¡Y era de eperarse! Estamos en el país del absurdo, donde los victimarios han pasado víctimas, y los embelecos de las minorías están por encima de lo que piensa la inmensa mayoría del pueblo colombiano. ¡He dicho!