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"Procuraduría apoya veto a manifestaciones de afecto entre estudiantes". Lo anterior parece un chiste del procurador al emitir un concepto de defensa de autonomía de los colegios con sus manuales de convivencia en el caso específico de la tutela a raíz del suicidio del estudiante Sergio Urrego, por presiones del Colegio Castillo Campestre debido a su orientación sexual. Un concepto radical, discriminatorio y a la vez de humor en un país donde se dice aplicar el estado de derecho.
El procurador, Alejandro Ordóñez, sostiene que las limitaciones fijadas en los manuales de convivencia buscan "formar a los estudiantes en virtudes propias de un ciudadano, como la moderación y el recato”. Pero; ¿será que un estudiante se forma con la prohibición de besos y abrazos, en vez de la orientación con una educación sexual seria, oportuna y profesional? ¿Será que al prohibir esas eventualidades de afectos no solo en los niños y adolescentes disminuirá los embarazos, los abortos, las familias disfuncionales y la pobreza?
El prohibir por prohibir, satanizando cualquier actividad emocional, lleva a una reproducción mayor de los mismos actos pero de una forma clandestina. Ni más faltaba que un mero beso, o un abrazo sean materia de sanción y expulsión de un colegio porque así lo inspira el procurador; y la justicia, si le presta atención, sería el comienzo de restringir la libertad de pensamiento y de acción en un país que ha sufrido mucho por la violencia de todo tipo por personajillos como este, que se creen la voz de Dios en la tierra.
En un concepto que le hizo llegar a la magistrada de la Corte Constitucional, Gloria Stella Ortiz Delgado: "La Procuraduría General le solicita restringir las manifestaciones excesivas de afecto, como besos, abrazos, miradas cálidas, guiñadas de ojos y aquellas", que se puedan producir en el marco de la patanería erótica y satánica”, entre los alumnos de colegios y preescolares del país”.
El procurador plantea en dicho texto que el manual de convivencia de cada institución debe poner y establecer los límites entre el estudiantado frente a cualquier muestra de afecto, “puerta de entrada del maligno”. De presentarse una falta se establecerán las medidas necesarias, las cuales, “en lo posible deberían cobijar castigo físico para reprimir los designios de la carne y disciplinar el deseo”.
Este señor, que abusa de su cargo y no está pendiente de su principal función como es de velar por los dineros públicos, un día se le ocurrirá la idea de que alabemos para ganar la purificación al innombrable senador que es de su misma corriente de pensamiento: abstracta y arcaica pero belicosa; donde los dos son locos tenebrosos, donde lo más peligroso, es que no faltará quien los siga.
