Cada día se acerca más la posibilidad para que los colombianos reflexionemos respecto a los proyectos políticos que podrían darle un respiro de tranquilidad al país, luego de recordar cómo por más de cinco décadas los incesantes ataques a pueblos, ciudades e infraestructura, la mayoría ejecutados por uno de los más antiguos grupos insurgentes del país, dejaron en el recuerdo heridas difíciles de sanar, las cuales requieren de tiempo para lograr la reconciliación ahora que han dejado las armas.
Pero, la reflexión no es solamente frente a este grupo de ingrata recordación, por cuanto la clase política de Colombia, de igual manera debe a los compatriotas explicaciones claras sobre la injusticia e inequidad que han producido sus decisiones, y el dominio histórico ejercido sobre las regiones. No es secreta la forma como familias enteras han quedado en la ruina como producto de las infamias de algunos dirigentes políticos, quienes tras sus intereses, han llegado al poder para desgranar la mazorca presupuestal de las regiones hasta dejarla como tusa de sancocho sabatino: pelada.
Infortunadamente para esta época pre-electoral salen de nuevo al ruedo los mismos despilfarradores de los presupuestos regionales, prometiendo ataques eficaces contra la corrupción, tratando de esconder que han sido ellos los promotores de estas prácticas aberrantes con las que han logrado robarse el presupuesto de la alimentación de los niños y la salud de los colombianos.
Es preciso entonces abordar una discusión amplia y sincera, sin apasionamientos, ni rencores, para con resultados serios proponer a la ciudadanía proyectos que realmenteestén dirigidos al bien común y no a la protección de los intereses de individuos y grupos, como hasta el momento ha ocurrido en el país. Se requiere de procesos fundados en el respeto por las diferencias, no creando estigmas con los cuales se califica de "castrochavistas" a quienes con visión de justicia e igualdad, presentan propuestas de beneficio común sustentadas en la realidad social que vive este acongojado terruño llamado Colombia.
Obviamente quien desee reivindicar los derechos para todos los connacionales, deberá enfrentarse al oportunismo que revive en cada época pre-electoral, ese oportunismo que hace daño, que hiere como saeta punzante e incontrolable, produciendo temor con la promulgación de supuestas verdades manejadas desde las redes sociales a fin de obtener réditos políticos y hacerse adorar como salvadores de una patria que ellos han ayudado a condenar.
Para salvar a Colombia no se necesitan las armas que tanto proponen los recicladores de la guerra, quienes a partir de supuestas posiciones dicen exigir a los violentos cambios en su estructura mental para conducirlos hacia el reconocimiento de sus aterradoras acciones, pero del otro lado surten el alimento del odio y la venganza en el espíritu de los compatriotas, como si de esta manera se saldaran las deudas causadas ppor ellos, olvidando que la violencia en el país ha sido el reflejo de la explotación a la que han sometido a sus pueblos.
Los compatriotas de a pie, aquellos a quienes se les somete al pago de impuestos, al cumplimiento de deberes y obligaciones, a quienes el aumento salarial digno les es esquivo, merecen contar con dirigentes que se obliguen a protegerlos, a servirles sin distinción y no a recibir promesas oportunistas con las que entretienen a los aduladores de reyezuelos que creen ser dueños de la voluntad de los pueblos.
En esta oportunidad en la que se juega la suerte de las regiones y de igual manera se abre paso a quien dirigirá los destinos del país durante el próximo cuatrienio, es urgente revisar con cautela las intenciones de aquellos personajes que se visten con piel de oveja, pero que dentro de sí está vivo el espíritu de lobo feroz dispuesto al acecho.