‘Goldilocks’ es un cuento que relata el encuentro entre tres ositos y una niña llamada ‘Ricitos de Oro’ por su cabellera rubia. Una familia de osos compuesta por un papá, una mamá y su hijo pequeño vive en una pequeña casa en un bosque. Un día, esperando a que su sopa se enfríe, la familia oso sale a dar un paseo. ‘Ricitos de Oro’ encuentra la casa vacía. Llena de curiosidad, entra y se mete en los asuntos de la familia. Como tiene hambre, comienza a probar la sopa y le gusta la del osito, ni muy caliente ni muy fría. Después, para poder descansar, comienza a probar cada uno de los tres sillones y prefiere el del osito, ni muy duro ni muy suave. Somnolienta, ‘Ricitos de Oro’ decide irse a dormir, y, después de haber probado las tres camas, se acuesta finalmente en la del osito, justo de su tamaño.
En economía se describe una situación de ‘Goldilocks’ cuando el crecimiento es alto, pero no tan alto como para acelerar la inflación; o el precio de un producto es alto, pero no tan alto como para desestimular la demanda o atraer mayor oferta. Y eso es precisamente lo que el cartel del petróleo, la Opep, pretende: alcanzar un precio ‘Goldilocks’, o sea lo suficientemente alto para mantener la demanda sin que entren otros productores al mercado. Los ‘cacaos’ de este cartel (al que Colombia no pertenece, pero que aplaude fervorosamente en su papel de atracar al consumidor final) tienen como meta un precio de USD 60 por barril. Para el autor de esta nota, la ambición del cartel de la Opep está condenada al fracaso por tres razones de fondo:
La primera es que a los productores de crudo de esquisto (shale oil) les es rentable producir hoy a un precio entre USD 45 y USD 50 el barril. En un futuro cercano, por avances tecnológicos, ese precio de referencia va a seguir bajando. Ese precio de USD 50 el barril se ha convertido es un ‘techo’ y por más esfuerzos que haga la Opep tienen que tener la certeza que no puede subir el precio por encima sin que los productores de ‘shale oil’, principalmente en EE.UU y Canadá, con una capacidad de producción que puede llegar a los 5 millones de barriles diarios, se vuelquen a colocar crudos a los mercados.
La segunda razón es que el transporte convencional, que en todas sus modalidades consume cerca del 70 % del petróleo que se consume en el mundo, cada vez está más cerca de convertirse en transporte eléctrico. Publicaciones autorizadas como el Economist pronostican que para el 2025 el 25 % del transporte vehicular será eléctrico. Sin entrar en sofisticados modelos macroeconómicos, el hecho es que la demanda por el petróleo va a empezar, en muy pocos años un paulatino pero irreversible descenso.
Opep está tratando de limitar la producción con relativo éxito,
teniendo en cuenta que varios de sus miembros,
como Irán y Venezuela, son unos tramposos de mucho cuidado
La tercera razón es que para lograr este objetivo la Opep está tratando de limitar la producción con un relativo éxito, teniendo en cuenta que varios de los países miembros del cartel, como Irán y Venezuela, son unos tramposos de mucho cuidado. El que respeten a mediano y largo plazo las cuotas asignadas, teniendo en cuenta que muchos países están arruinados, es una proposición muy dudosa. Un cartel de uno, dos o tres miembros tiene posibilidades de salir adelante. Uno de 11, no.
En resumen, tanto la Opep —como los países como Colombia que se le pretenden colgar en mantener los precios del crudo artificialmente altos— enfrentan una amenaza tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda. El autor de esta nota tiene el pleno convencimiento de que los precios del petróleo, con unos picos coyunturales, solo van en una dirección: para abajo. Y mal haría Colombia en pensar que va a cuadrar sus cuentas externas a corto y mediano plazo con un precio del petróleo alrededor de USD 60 el barril. Ese precio de ‘Goldilocks’ no pasará de ser el sueño de una noche de verano.