Once días en Bolivia después de dos décadas ¡Ahura, carajo!

Once días en Bolivia después de dos décadas ¡Ahura, carajo!

En un viaje reciente por este país, se puede contrastar y confirmar que no es lo mismo que en los años noventa. En una visita, sorprendieron los cambios

Por: Carlos García Tobón*
mayo 09, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Once días en Bolivia después de dos décadas ¡Ahura, carajo!
Fotos: Carlos García Tobón

En la década de los noventa estuve una semana en Bolivia y a pesar de la distancia en el tiempo, mantuve mi interés en el curso político del país y del mandato de Evo Morales.

Mis viejas impresiones se contrastaban entre la política y la belleza del paisaje y la cultura, destacando el lago Titicaca con las islas del Sol y de la Luna; La Paz y El Alto, donde disfruté un juego de fútbol de las cholas, con sus trajes tradicionales de pollera a 4100 msnm, hoy gran atractivo turístico que hay que pagar; y Potosí, que aún conservaba el adoquinado en piedras donde relucían las gotas de plata con el sol, en el parque central. Hoy ha sido cambiado por el fastidioso asfalto.

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Salar.

Si bien mi propósito central ahora era conocer el Salar de Uyuni, reconocer La Paz, volver a Tiahuanaco o Tiwanaku, caminar Potosí y llegar hasta Sucre, la capital política que dio origen a Bolivia, lo más importante era sentir el pulso de una sociedad que había sido transformada por el triunfo electoral de un indígena llamado Evo y que había hecho grandes cambios y avances para la población más pobre y para un país con la peor infraestructura de América Latina después de Haití. ¿Sí se transformó Bolivia?

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La Paz hoy.

Bolivia tenía una economía muy pequeña y atrasada y vivía lastrada por los mas de 200 golpes de estado, los conflictos sociales y políticos, los elevados niveles de pobreza que solo superaba a Haití, por la exclusión y discriminación social y racial contra los indígenas y la falta de vías en un país alto, montañoso y sin salida al mar.

Gracias a las políticas progresistas y nacionalistas, estatistas e indigenistas de Morales, Bolivia registró un crecimiento sin precedentes, redujo la pobreza, construyó carreteras, gozó de estabilidad social y política e impulsó la participación de los indígenas, los jóvenes y las mujeres. La violencia oficial y los asesinatos de líderes no fue más y la democratización de esa sociedad elitista y racista se puso en marcha.

Fue el primer presidente indígena de Bolivia y del mundo, también el mejor gobernante de América Latina en sus 13 años de gobierno (2006-2019).

El crecimiento de Bolivia fue sostenido y general con un ritmo de crecimiento económico promedio del 4,9 % del producto interno bruto (PIB), muy por encima del crecimiento mundial y regional, gracias a la nacionalización de los hidrocarburos y otros recursos, dándonos el modelo boliviano una enseñanza a todos los pueblos del mundo, pues “dejaron de ser un país limosnero”.

Evo invirtió la fórmula en la explotación de los recursos naturales. Mientras los gobiernos neoliberales e imperialistas como Sánchez de Losada y Carlos Mesa le regalaban los recursos a las multinacionales que se quedaban con el 80% y retornaban solo el 20% para el estado boliviano, que era el dueño de las minas y el gas. Ninguna multinacional renunció ni salió corriendo cuando solo les entregarían el 20% por su explotación. Seguía siendo un gran negocio. ¡Qué lección!

Los aciertos y avances del gobierno de Evo y el Movimiento al Socialismo se vieron empañados un década después por la obsesión de hacerse reelegir nuevamente y aunque ganó las elecciones claramente, se conjuraron militares, neoliberales, cristianos y militares para golpearlo y lo lograron.

La misión de la OEA publicó una versión preliminar que consideraba que había indicios de que Morales había fraguado su elección. Este informe precipitó los hechos: el motín policial, las amenazas de las Fuerzas Armadas, la llegada de Luis Camacho a La Paz con la Biblia en la mano, la renuncia forzada y el exilio de Morales para impedir la masacre que se avecinaba y, por último, la asunción de Jeanine Áñez, luego de un acuerdo a puertas cerradas con sectores de la oposición, la Iglesia católica, representantes de Bolsonaro y de la OEA y la Unión Europea. Mientras numerosos sectores en América Latina denunciaban el golpe, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, declaró: “Hubo un golpe de Estado en Bolivia. Fue cuando un fraude electoral le dio el triunfo a Evo Morales en primera vuelta”.

El golpe de Estado fue propiciado por la OEA en cabeza del títere Almagro, los militares, el imperialismo y la derecha con sus representantes fundamentalistas cristianos Luis Fernando Camacho, Jeanine Añez y el otro candidato Carlos Mesa. Se señala que hasta Elon Musk, el dueño de Tesla y ahora de Twiter, apoyó el golpe porque necesita del litio boliviano en otras condiciones.

La conducta y represalia que llevó adelante Almagro fue la expresión, en el terreno del sistema interamericano, del alineamiento conservador y de las violaciones de los derechos de un país propiciado por los Estados Unidos, Brasil y Colombia, cuyo representante es el espurio y destituido exprocurador uribista Alejandro Ordóñez.

Añez no alcanzó a estar un año en el poder, le faltaron pocos días pero su balance es contundente. Represión, robo y más robo. Se calcula en unos 20.000 millones de dólares lo que lograron saquear del estado y esa realidad llevó a la derecha a una estruendosa derrota electoral y que ahora Áñez esté encarcelada y enjuiciada.

La elección de Luis Arce y David Choquehuanca en noviembre de 2020 fue la superación del golpe y la defenestración del pavoroso andamiaje de Añez y su contubernio neoliberal. La contundente victoria, con más del 56% de los votos en primera vuelta, le otorgó a Arce la legitimidad que no tuvo Evo Morales en 2019, por su afán desmedido y errático de continuación en el poder.

El contundente triunfo electoral quedó claro: la mayoría de los bolivianos sigue creyendo en la política de izquierda del MAS, en la defensa de las conquistas sociales durante su periodo de gobierno, en el modelo boliviano; pero no quieren a un Evo Morales atornillado al poder.

Una mirada sobre la Bolivia de hoy

Llegar a la Paz, mejor, a El Alto donde está el aeropuerto a las 2 am y con 0° no es grato, pero así es Avianca. Salí del hotel a caminar el centro de la Paz a las 8 a. m. y me sorprendieron dos cosas: la cantidad de cholas (indígenas bolivianas, sin peyorativos) vendiendo en las calles ropa y tejidos, escalando muros para hacer visible su mercancía, finamente vestidas con su traje tradicional; y la otra, que a pesar de la congestión vehicular en una calle angosta con dos sentidos para circular, se vivía en trancón, se cedían el paso y casi no pitaban; en contraste con Bogotá y Colombia.

Empezaba a percibir algo distinto. Que no hubiera limosneros, que tampoco fuera inseguro, que los semáforos no fueran fuente de acoso y de “trabajo” y que tampoco hubiese gente durmiendo en la calle o drogadictos “perdidos”, me empezó a exigir explicaciones.

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Ventas ambulantes.

Que las calles estuvieran limpias, que los 12 o más teleféricos que circundan el hermoso cielo de La Paz funcionaran con eficacia, que el dólar costara los mismos 6,93 pesos bolivianos que estableció Evo en 2008, que la comida fuera elegante además de rica, diversa y abundante, que las cholas de mi calle Illampu recogieran sus mercancías a las 9 am y se marcharan dejando los andenes libres para circular, que el costo de los taxis se negocie sin taxímetros, me dieron los siguientes indicios.

Bolivia es una sociedad evolucionada que ha avanzado civilizatoriamente por todos los cambios que se han dado en estos últimos 16 años.

Los grandes avances en educación y salud, además de los planes de vivienda y subsidios creados por el MAS no han erradicado la pobreza totalmente, pero es digna y nadie muere de hambre ni exhibe su miseria públicamente para generar compasión.

Los indígenas son comunitaristas, por lo tanto, solidarios y esa es la expresión general de la sociedad que uno percibe. El saludo, la amabilidad y el respeto es la otra condición que atrae y te hace más placentera la estancia en Bolivia. No digo que no haya robos y violencias, fue una sociedad escindida y racista que necesita justicia social y tiempo para superar esa herencia. Pero la recomendación es simple, caminar alerta por las noches. ¿Dónde no?

Bolivia es el único país del mundo (en tiempos de pandemia y del conflicto generado por la guerra Rusia-Ucrania) que no tiene inflación.

La carretera para ir al Salar de Uyuni desde La Paz tiene 569 km y se hace en bus con silla-camas, o en tren o en avión. Dos hileras de sillas, un pasillo y la fila individual es el diseño del bus-cama. Ocho horas en una autopista finamente pavimentada. Otro descubrimiento sencillo pero elocuente por la calidad de la vía y los buses.

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Sucre, la llamada ciudad blanca, retiene su pasado colonial de bellas joyas arquitectónicas y urbanas, con unas 50 manzanas bien conservadas y un aire mas complaciente al estar a solo 2800 msnm frente a los 3650 de la Paz o los 4160 msnm de El Alto.

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Potosí, capital mundial de la plata.

La puntualidad de los transportes aéreo y terrestre contrasta con el desorden de buses y Van en la capital y El Alto, completan el mapa de observaciones a vuelo de once días.

Las filas mas frecuentes en las ciudades son ante los cajeros electrónicos, no le tengo explicación. Seguramente siguen el curso aprendido en la pandemia de cerrar los bancos presenciales e imponer la doble dictadura de lo virtual con la inteligencia artificial, la mas brutal y bruta de las inteligencias, pues solo es posible interactuar con las preguntas prefabricadas de los imbéciles que la programan.

El coqueteo visual de las cholas y sus polleras

Si el cielo de La Paz y de Bolivia es el mas bello del mundo, es un privilegio que solo comparten con Lhasa y Tíbet. Pero hay un complemento de belleza que lo aporta el paisaje social que refleja el avance de la sociedad boliviana. Son las cholas y su hermosa y elegante vestimenta.

Popularmente se les llama “cholas” en Bolivia, Perú y Ecuador y la palabra hace referencia al mestizaje. Siempre se dedicaron exclusivamente a la familia, la tierra y la cocina, pero hoy día han escalado posiciones sociales hasta ser figuras políticas o influyentes en todos los niveles de la sociedad boliviana por el proceso político.

También escalan las montañas mas altas como el Aconcagua o el Huayna Potosí y el Illimani en Bolivia, pero no envueltas en ropas térmicas carísimas sino vestidas con sus polleras tradicionales que las calientan frente al frío glacial, pero admiten que estorba al no dejar los pies a la vista, para equilibrarse mejor. Pero con humor refinado una escaladora refiere que las polleras también amortiguan en las caídas.

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Con las escaladoras en la calle de las Brujas.

Julia y Alicia, madre e hija, espero no confundir los nombres, me contaban la experiencia de subir los 6950 msnm del Aconcagua, cuando ella lindaba en el sexagenarismo. Doble proeza humana que me costó asimilar.

El vestido lo llevan con orgullo porque mantiene viva la tradición y su cultura. La pollera, falda o centro, consiste en un diseño tipo campana tejido con lana en colores muy llamativos. Las más típicas llevan bordados o algunos adornos con lentejuelas y abalorios.

Los sombreros son fabricados con copa alta para ocasiones especiales o más bajos para el uso diario, va sobre las trenzas y protege del fuerte sol de altura a mujeres y hombres, aunque estos últimos han degenerado hacia las cachuchas de beisbolista y la vestimenta occidental.

La manta también se conoce como aguayo y otros nombres difíciles, pero es la clásica manta en la que suelen cargar a sus guaguas (así llaman a los hijos o niños) o los productos destinados al comercio. Resalta por estar teñida de los colores de la wiphala que es la bandera de los Pueblos Andinos originarios.

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Aguayos para la guagua

En cuanto a las joyas, Bolivia, a pesar de la sobreexplotación de sus recursos durante la colonia y la república, sigue siendo rica en plata y piedras preciosas y las cholas las exhiben con gracia y altivez. Son vistosas las pulseras, aretes y collares.

El calzado también es tradicional y el más usado son las alpargatas tejidas a mano. Según la ocasión usan zapatos de charol o sandalias de tacón bajo.

La calidad de la vestimenta de las cholas es generalizada. En el campo y las regiones apartadas de los centros urbanos se visten quizá más humildemente, pero con orgullo y decoro.

¿Y Colombia, dónde está?

Que difícil fue no caer en la tentación de comparar esa Bolivia que descubrí a flor de piel con la sociedad colombiana y la conclusión es simple: Bolivia refleja una sociedad mas avanzada socialmente, donde la pobreza no es una condena permanente sino un problema en superación. Al contrario de Polombia, los pobres la viven con dignidad, con recursos básicos y con solidaridad social. La pobreza extrema bajó del 40 % a casi un dígito, 10 %.

En Colombia la pobreza es una condición para la mayoría de la población, una hostil circunstancia que crece en una sociedad cada vez mas pobre, aunque los ricos sean más ricos. El neoliberalismo representado por Uribe y Duque que entrega los recursos y disfrute del estado a una minoría parásita como los banqueros y unos políticos corruptos y caníbales con el presupuesto del estado.

Modificaron en octubre pasado la Ley de Garantías, le metieron un “mico” (trampa jurídica), la votaron en contra del procedimiento constitucional, la firmó Duque a sabiendas de que estaba violando la ley, pero que le daba 52 billones de pesos los que estaban en la lupa de la Contraloría y en especial en los contratos de convenios interadministrativos, que son los que más se utilizan a nivel estatal para saltarse la ley 80 que vigila la contratación en el país, para contratar y distribuir en tiempo de elecciones. ¡Que bastardos!

La Corte Suprema de Justicia tumbó la reforma por inconstitucional, pero el Centro Democrático (tribu uribista) y los partidos de la coalición gubernamental tenían listos miles de contratos para firmarlos y adjudicarlos antes de que la ley cayera y les permita aceitar su maquinaria electoral y su aparato duquista.

Un Congreso dominado por el uribismo y un subpresidente que engañan al país “aprobando” una Ley el 12 de noviembre de 2021, la Ley de Presupuesto General, que incluye la Ley de Garantía. "Sancionamos la ley del Presupuesto General de la Nación 2022 que cuenta con un monto de inversión histórico que alcanza los $69,6 billones".

Tres engaños fatales. Ley corrupta que los beneficia pero que cuando la corte la tumba ya estaba contratada, ejecutada y liderada por el ministro del Interior Daniel Palacio con el mayor número de contratos. Imposibilidad de recuperar el dinero público, lo cual deja al desnudo la siniestra gestión de Duque, su combo de Abudineadores y a un país estupefacto que no atendió con celeridad las denuncias que la izquierda y otros sectores alertaron de la treta montada por Duque y sus muchachos de la Sergio Arboleda y su combo de Palacio.

La última semana de abril fue pródiga en estremecimientos. La confesión por primera vez ante la JEP de altos mandos militares retirados de su responsabilidad en las ejecuciones extrajudiciales y el señalamiento unánime a las órdenes del excomandante del ejército Mario Montoya y otros generales. Aunque el pedido de las víctimas era toda la verdad y ¿Quién dio la orden? sigue invisibilizado el innombrable. Montoya instauró entre las filas una política basada en la presión por resultados operacionales y en la que las bajas era lo más importante. Pedía “litros de sangre” a sus subalternos.

Las declaraciones de un paramilitar detenido como Otoniel, quien se entregó afeitado y locionado después de estar en una hamaca limpia de un soldado, nos fue presentado por el bufón Molano -ministro de defensa- como un triunfo militar. Otoniel señaló los vínculos del ejército, de uribistas y empresas del estado con las masacres paramilitares, llenando de pánico a Duque y el establecimiento, quienes manipularan hasta lograr la extradición a EEUU para intentar ocultar las responsabilidades de los políticos y militares señalados.

Colombia no es Bolivia, pero debemos aprender de ella. En este transcurso electoral al que estamos convocados tenemos que diferenciar las propuestas que son la continuación del proyecto neoliberal uribista representado por Fico Gutiérrez que solo violencia y pobreza han representado; y la de terminar con esas dos décadas nefastas y abrir la posibilidad de un camino de paz, soberanía nacional con participación en un mundo plural, reconciliación, respeto por la vida y justicia social. De no ser así, Colombia seguirá en su larga pesadilla de muerte y saqueo. A ganar con Petro y Francia, ¡Ahura, Colombia!   ¡Colombia se respeta!

Bolivia hace dos décadas estaba en el penúltimo lugar entre los países latinoamericanos. Hoy nos supera con creces.

Que La Paz no sea una ciudad lejana para Colombia, que sea una realidad social también.

*Internacionalista con énfasis en China, Asia Central y la Ruta de la Seda.

 

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