El 5 de agosto de 2010, se presentó un derrumbe en la mina San José en Chile dejando atrapados a 33 mineros a unos 720 metros de profundidad. Las posibilidades de encontrarlos y rescatarlos con vida eran muy remotas. Para socorrer a los chilenos se movilizó el mundo, hasta la Nasa intervino y no se escatimaron ningún tipo de esfuerzos ni logística de todo orden. Después de 70 días, fueron rescatados todos sanos y salvos, en una operación que fue seguida por más de mil millones de personas en todo el mundo. Esto nos recuerda que el pasado 16 de noviembre se cumplieron 28 años de la muerte de la niña símbolo de la tragedia de Armero, que también quedó atrapada entre escombros. La pequeña Omayra no contó con esa solidaridad, con esa fortuna, más bien es la muestra de la indolencia de los políticos y de los estamentos de poder. Faltó un liderazgo que movilizara al mundo.
Omayra Sánchez con 13 años, quedó atascada entre los restos de su casa en la tragedia de Armero en 1985, y estaba sobre los cadáveres de su padre, tía y hermano. Los informes de aquella época, escuetamente apuntan: “La única moto-bomba disponible estaba lejos del sitio, por lo que solo podían dejarla morir”. Es increíble que se haya llegado a esa conclusión facilista existiendo tantas moto-bombas en el país y en el mundo aun por aquellos tiempos.
Omayra se mostró fuerte hasta el último momento de su vida, según los socorristas y periodistas que la rodearon. Durante los tres días de agonía, estuvo pensando solamente en volver al colegio y en sus exámenes. El fotógrafo Frank Fournier, hizo una foto de Omayra que dio la vuelta al mundo. La fotografía se publicó meses después de que la chica falleciera, debido a una gangrena gaseosa.
Pero imaginemos que el caso de Omayra hubiese sucedido en Chile. Los mejores buzos del mundo con tecnología de punta, apoyados por la Nasa le habrían liberado sus piernas. Al menos 10 moto-bombas procedentes hasta de países lejanos como Japón, Canadá, Australia, la China y Europa, se habrían empleado para succionar el agua y el lodo que la ahogaban. Miles de chilenos acudían a sacar agua y escombros con sus propias manos, mientras el presidente movilizaba al mundo y hacía vigilia hasta no verla libre. Y fue en ese mismo año en que Chile sufrió un grave terremoto grado 9 en la escala de Mercali. Pero Omayra era colombiana.
Un periodista que la acompañó y habló con ella, relata en una angustiosa crónica del momento: “Pero Omayra Sánchez aún está viva y es posible que hoy sábado aún esté viva y según los socorristas que la desenterraron hasta el pecho se puede salvar si se consigue una simple motobomba para succionar el charco de agua que se formó a su alrededor cuando lograron apartar la plancha de cemento que la tenía aprisionada. ¡Una simple motobomba! Desde las diez de la mañana los socorristas se la estaban pidiendo a los pilotos pero allí en aquel: caos infernal de los escombros de Armero, nadie fue capaz de llevar en todo el día una simple motobomba.
“Hijue.. vida, no puede ser que esta niña se vaya a morir porque en este país no sean capaces de haberle traído en 2 días una motobomba. Omayra se quedó allí sola ahora ayudada por un neumático para que no se hundiera en el charco. Sola en la noche que venía, sola entre tantos muertos, sola sobre los escombros de su ciudad, sola abandonada por hombres, por Jesús y por Marx... por todos abandonada”.
Es de reconocer el enorme éxito que en su momento tuvo la impecable operación San Lorenzo que rescató a 33 personas sepultadas a 700 metros bajo tierra. Pero aun nos da rabia que no se haya podido (o querido) hacer mayor cosa por salvar a Omayra, cuya situación era menos compleja que la de los accidentados mineros. Ahora que está de moda juzgar a responsables de crímenes de personalidades como Galán (el general Maza fue de nuevo capturado), debería hacerse un juicio histórico por la indolencia y la irresponsabilidad, frente al valor de la vida de una humilde niña como Omayra Sánchez que inútilmente dejamos morir. Los chilenos nos dieron ejemplo del valor de la vida, se la jugaron toda, hasta con impecable y estético gusto en cada paso que dieron y no economizaron esfuerzos. Pero Omayra no nació en Chile.
Apostilla: La foto de Omayra hecha por Frank Fournier, es hoy una 15 de las imágenes más conmovedoras de toda la historia.