A Omar Restrepo, también conocido como Olmedo Ruíz, lo conocí en febrero de 2018. Por esos días, se estaba preparando para asumir quizás el mayor reto de su vida tras décadas de vida guerrillera: convertirse en representante a la Cámara en virtud del acuerdo de paz. Al conocerlo, sentí la impresión de acercarme a un hombre comprometido con la paz, disciplinado y bastante decidido a representar a los sectores populares y campesinos. Aunque esa campaña no fue fácil y se caracterizó por el hostigamiento, los insultos y altos niveles de violencia política (al punto de que se suspendió por falta de garantías), el entonces cabeza de lista del partido de los comunes en Antioquia, se recorrió las principales subregiones del departamento conversando con sectores campesinos, obreros y sindicales, construyendo sus propuestas desde los territorios y garantizando que pondría la “curul de la paz” a disposición de los más desprotegidos. A tres años de haber llegado a la Cámara y en medio de un gobierno empeñado en hacer trizas el proceso de paz, Olmedo no ha incumplido su promesa.
Seguro su llegada al capitolio fue difícil porque el Congreso es un escenario hostil donde se tramitan los intereses más oscuros de la clase política tradicional; la correlación de fuerzas siempre está en contra de los sectores opositores o alternativos (permanentemente bloqueados); y, los tradicionales conocen como nadie “las reglas del juego”. A lo que suma la agresividad del uribismo con las curules que el acuerdo le otorgó a la extinta guerrilla de las Farc-Ep. Si se tiene presente que Olmedo entró en representación de Antioquia, un territorio conservador y graduado como la retaguardia histórica del uribismo, se podría afirmar que no le esperaba un buen ambiente; sin embargo, durante estos tres años ha sabido sortear las dificultades y representar con firmeza los sectores del pequeño campesinado que muy pocas veces ha tenido espacio en el Congreso. Destaco su promoción de audiencias públicas territoriales con la estrategia Del capitolio al territorio en zonas asediadas por el conflicto armado y la forma como en los meses de confinamiento su curul se convirtió en altavoz para denunciar los atropellos de los que eran víctimas cientos de trabajadores.
Ha sido un trabajo incansable y enfocado en la defensa de los derechos humanos en territorios como el Bajo Cauca, el Norte y el Nordeste, donde se está agudizando el conflicto armado. Desde estas subregiones Olmedo ha venido adelantando espacios de diálogo colectivo para llevar el reclamo de las comunidades al Congreso, exigir la implementación del acuerdo de paz, denunciar el abandono estatal y apostarle a la reconciliación. Tal vez a uno de esos encuentros y de muy mala fe se refirió recientemente Uribe al afirmar en un desacertado trino que “la JEP y el congresista de Farc Olmedo avanza en descrédito de mi gobierno en Magdalena Medio con instrucción de Iván Márquez”. Nada más alejado de la realidad. Quienes venimos siguiendo el trabajo de Olmedo sabemos que su labor se ha concentrado en escuchar y poner a disposición del campesinado su espacio en la Cámara. Una labor que cumple de forma permanente y en territorios donde dudo llegue algún congresista del Centro Democrático. Así se puede evidenciar en el registro de sus actividades y en las decenas de audiencias territoriales que ha citado desde que asumió la curul.
Sea esta la oportunidad para valorar su trabajo en favor de los desprotegidos. Sin duda, es una voz que al lado de César Pachón y Alberto Castilla, representa al pequeño y empobrecido campesinado colombiano. El mismo que nunca ha tenido un verdadero espacio de participación en el Congreso y que se ha visto humillado por un agresivo modelo neoliberal que desprecia el campo y olvida a los campesinos.
Ánimo a Olmedo en esa importante tarea, ha logrado que su curul sea un espacio de confluencia y diálogo permanente, una verdadera apuesta hacia la paz. Mucha solidaridad tras el falaz ataque de la extrema derecha uribista y total apoyo en ese compromiso por la reconciliación.