La muerte del talentoso Omar Geles nos sorprendió a todos. A quienes admiramos su música y a quienes no consumían su catálogo. Nadie estaba preparado para recibir semejante noticia. Omar era un hombre joven, simpático, rico, cotizado, exitoso y aparentemente feliz y sano.
Su repertorio, interpretado por él o por otros cantantes sonaba a cada rato en todos los escenarios de rumba nacional e internacional. Tenía una carrera productiva y lucrativa. Todo le sonreía y la gente le alababa su extraordinario talento.
Lo tenía todo, pero le faltaba cumplir algo; quizás el compromiso más importante al que fue llamado hace varios lustros y que no atendió con dedicación. Su compromiso espiritual.
Él sabía de la obediencia ineludible para cuidar ese llamado, pero dilató y dilató seguramente deleitado por el mundo y confiado en que todavía no era el tiempo. Hoy sorpresivamente nos damos cuenta que sí era el tiempo.
Omar conoció de las maravillas del evangelio de Cristo hace décadas, razón por la que convencidamente cambió la razón social de su agrupación "Los diablitos". Pero hasta ahí llego su compromiso.
Omar fue un buen ser humano, gran hijo, excelente hermano y mejor esposo y padre. Nadie puede quejarse de la nobleza que desprendía y ofrecía. Pero algo inmenso y crucial le faltó por no ser entendido, y eso definitivamente lo alejo de su compromiso espiritual.
A Omar le falló el discernimiento. No es un tema fácil de aceptar y mucho menos de entender. Dios le dio oportunidades como se las da a todos, pero él, que tenía un llamado especial, decidió no atenderlas y se olvidó. Sus últimos años fueron llenos de adoración a su familia; eso está bien, pero se apartó de su llamado y se dejó seducir de los deleites y placeres del mundo.
Era frecuente verlo alicorado y enrumbado en videos que publicaba en sus redes sociales con imágenes muy explícitas y desagradables.
Sus últimas canciones, que generaron críticas hasta de otros artistas admiradores de su talento, fueron desapacibles y con mensajes que lo alejaron definitivamente de su llamado, y eso le hizo un daño enorme en lo espiritual e irreparable en lo físico.
Hace apenas unas semanas tuvo un peligroso episodio cardíaco en Miami. Fue una advertencia clara para su salud y su alma. Ese fue el momento de ponerse a cuentas. Era la oportunidad de agudizar los sentidos espirituales, entrar por el camino estrecho y atender el compromiso con Dios.
Pero Omar regresó a Colombia confiado y no mostró frutos de arrepentimiento. Amó más al mundo, y la amistad con el mundo fue enemistad con su llamado. Quizás le faltó cobertura de un líder y guía espiritual, quizás no se dejó discipular.
Está claro que influir en el comportamiento de esta clase de artistas es muy difícil. Lo que le pasó a Omar Geles debe ser una enseñanza evidente para todos los artistas vallenatos que tienen un llamado espiritual.
Son varios y muy exitosos. Quiero dejar claro que lo escrito no es un cuestionamiento ni juicio, sino una advertencia para no caer cautivos en la trampa que todos los días tienden los placeres mundanos que hacen olvidar compromisos espirituales a los que somos llamados.