Fotos: archivo particular
Uno sabe que la vida de repente ha de acabarse / y uno espera que sea tarde / que llegue la despedida, escribió Omar Geles en 'Los caminos de la vida', su canción insigne. Fue temprano su adiós, cuando la parca lo sorprendió el martes 21 de mayo, en una cancha de tenis, a los 57 años.
¿En qué momento del juego de raquetas ocurriría el cimbronazo letal en su músculo cardíaco?, ¿en el instante del servicio o en el último revés?, de tantos reveses que en los arduos caminos llevaron a Geles a escribir su bella y reveladora letra, dedicada a su señora madre, tocado por las premuras económicas que sufrió en infancia y adolescencia.
Hacía un año, justo el mes de mayo, el gran compositor e intérprete despedía a su amada Liliana Carrillo Soto, su 'Mona Linda', musa de sus poemas hechos melodías, madre de sus dos hijos (Omar Yesid y José Jorge), después de la lenta y pesarosa agonía de un mal irremediable. Hay golpes, tan fuertes, en la vida... ¡Yo no sé!, reclamaba con furia en sus 'Heraldos Negros', el bardo peruano César Vallejo.
Cómo se fue tan rápido Omar Geles, si era un hombre sano, que vivía para su familia, el trabajo y el tenis. Una excepción en el maremágnum de artistas vallenatos caídos en desgracia por los excesos de la farra. De hecho, Geles gustaba de circular videos, raqueta en mano, recomendando el deporte como el mejor estímulo para la salud física y mental.
Pero, con los asuntos del corazón, nunca se sabe, bien si se lleve una rutina saludable y de riguroso ejercicio corporal, o lo contrario, si se opta por la quietud y el sedentarismo. El escritor italiano Umberto Eco, superados los 80 años, solía decir que él, que pasó la vida, sentado, leyendo y escribiendo, había acompañado los funerales de amigos atletas mucho más jóvenes.
Omar Geles era todo corazón, y lo repartió a lo largo de sus 57 años con la generosidad de sus buenas obras, el sostenimiento de su familia, su señora madre como prioridad; en darle la mano oportuna a la camada de artistas que venían sembrando detrás de él, desde Silvestre Dangond, que recogió sus primeros frutos con sus canciones, hasta Ana del Castillo que se derrumbó con la noticia de su fallecimiento: Geles, más que el maestro inspirador, fue como un padre para ella.
Poeta del pueblo
Lo veo, como si fuera hace 25 o 30 años, entrando con sus novedades musicales a la redacción del desaparecido diario El Espacio, con su amplia sonrisa de comercial de dentrífico, y esa mirada tierna y afectuosa, que fue el sello de su nobleza y calidad humana. "Hola, compadrito, por aquí otra vez poniéndole pereque con mi música", saludaba con humilde dejo provinciano.
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Eran los tiempos estelares de la agrupación 'Los Diablitos', con su pana Miguel Morales (padre del recordado Kaleth), de la que luego se desvinculó por seguir los caminos de Dios. Hizo nicho aparte con La Banda de Omar Geles, y en últimas, para apaciguar las turbulencias de la fama y la espectacularidad, decidió irse en solitario como productor y letrista, su fuerte.
Qué poeta era Geles. Poseedor de una virtud innata que no se cursa en las academias ni en ese embeleco cibernético llamado "inteligencia artificial", sino que se pule con dedicación y paciencia por "los caminos de la vida", con todas sus durezas y recompensas, tal y como a él le tocó desde que era pelado.
Cuenta el colega Carlos Alberto Maestre, exdirector del periódico El Pilón, de Valledupar, seguidor de su admirable carrera artística, que el hijo de la guerrera Hilda Suárez y de Roberto Geles, el padre que una noche salió a comprar un paquete de cigarrillos y jamás retornó al hogar, que Omar empezó a trabajar de niño para ayudar en casa, vendiendo yuca y pescado por las calles salitrosas del barrio obrero 1° de Mayo, de la capital cesarense.
Por esas fechas ya se daba mañas de hacer sonar el fuelle, que era de su hermano Juan Manuel. La música llegaba a sus oídos de juglares y cantores de otras tierras que asomaban por Valledupar con sus parrandas de acordeones, por contrata, al fiado o por amor al arte, y en las noches, por la radio, en las voces engoladas de locutores que presentaban a viejas glorias de la melodía vernácula, y a los primíparos que empezaban a abrir brecha.
Fuelle y verso, copla y rima, alegría y melancolía, fueron los mantras que acompañaron de por vida a uno de los grandes del folclor, Rey Vallenato profesional en 1989, que le cantó al terruño, al amor, a la vida, a la música y a "mamá Hilda" (su razón de ser), con la gratitud del buen hijo que en esa ruta de la educación sentimental también será recordado como amoroso hermano, esposo y padre, y el mejor amigo de sus amigos.
"En tus manos la mitad de mi carrera, mi negro amado", le dijo, emocionado en tarima, Silvestre Dangond a Omar Geles, con un beso en la mejilla, ante 40.000 espectadores que abarrotaron El Campín, aquel sábado delirante de su concierto del 18 de mayo de 2024, la última aparición en público del inolvidable letrista de 'El amor más grande del planeta', bandera triunfadora de Pipe Peláez.
Gran letrista
Maestre argumenta que Geles tenía mucho del negro Alejo Durán, pero también de Calixto Ochoa: una simbiosis entre el perfil del cantor del pueblo y la lírica prodigiosa para crear con sensibilidad; y entregarse al acordeón: ese magnetismo de las canciones que ablandan las fibras del más escéptico, que marcan un antes y un después, y se registran como clásicos. La esencia imborrable que deja una sentida letra, cerca de 200 que escribió, y que seguirán siendo espejos de vida para futuras generaciones.
Firmó Geles 'Los caminos de la vida' (1989), con la primera intención de que la interpretará el Binomio de Oro, pero que hicieron reconocida y célebre Miguel Morales y Alex Manga con Los Diablitos, en el álbum 'Sorpresa Caribe' (Codiscos,1993), y de la que perduran más de 30 versiones: la que adoptó el argentino Vicentico en ritmo de cumbia; la de la folclorista mexicana Lila Downs; otras de la nación azteca en el estilo romántico de la agrupación RBD, de la banda norteña Regional Mexicano, y de la cantante Ana Bárbara; y hasta una en tiempo de salsa con Ismael Rivera y Junior González.
Confirma Maestre que Omar Geles gozaba del halo sobrenatural de convertir sus letras en éxitos asegurados, y que de ahí la gran demanda de letras que tuvo de consagradas figuras como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Iván Villazón, Los Hermanos Zuleta, Jorge Celedón, Felipe Peláez, Silvestre Dangond, Peter Manjarrés, Martín Elías, entre otros.
"Omar abrió fecundos caminos del folclor, y su talento y modelo de vida fueron motivo de inspiración para semilleros venideros. Me atrevería a decir que después de 'La Gota fría', de Emiliano Zuleta Baquero, 'Los caminos de la vida' es la canción más linda y emblemática de nuestro vallenato. Geles deja un enorme vacío, y el mejor homenaje que le podemos rendir es manteniendo viva su obra y celebrando sus bellas melodías", sintetiza Maestre.
'El mejor de los amigos'
Osmar Pérez, de los Chiches Vallenatos, fue próximo a la vida personal y artística de Omar Geles, y uno de sus frecuentes contrincantes en las canchas de tenis. El pasado martes 21 de mayo se trenzaron en el que sería el último juego para el compositor y rey vallenato. Pérez se descompuso cuando oyó el grito ahogado de su compañero y lo vio desvanecerse.
Faber Galván Sarmiento, veterano conductor y hombre de confianza de Geles, acudió alarmado a socorrerlo. Entre los dos lo llevaron a la camioneta, pero dice Osmar que el fuerte impacto le nubló la vista, y que estuvo a punto de desmayarse. Camino a la clínica Erasmo, de Valledupar, vieron cómo se apagaba la vida de Omar. Cuando lo entregaron en manos de los médicos, ya era tarde. El infarto de miocardio fue fulminante.
Con voz entrecortada y afligida por todo lo que ha pasado desde aquel martes fatal, Pérez relata que Omar era un hombre inagotable de cariño y disposición, tanto en su círculo familiar, como en su trabajo y en el deporte. Dice que, sin advertirlo, se le iban las horas nocturnas enclaustrado en su estudio componiendo o produciendo, y que ese mismo interés y disciplina lo aplicaba con el tenis.
De las raquetas refiere una anécdota increíble: cuando Geles se lesionó la mano derecha, se empeñó en adiestrar la izquierda, y llegó a tal punto de entrenamiento y destreza, que su ejecución con la zurda fue demoledora.
El colofón de esa amistad entrañable de muchos años de arar juntos por los surcos de la música, se ve hoy reflejado en la canción que Pérez le dedicó a Geles, y que tuvo la fortuna oír en la víspera de su fallecimiento: "Dios te bendiga, hermanito, listo, listo... no joda, me sacó lágrimas esta mañana cuando iba en el carro y escuché la canción esa del amigo, que cosa tan linda, transmite todo", se oye en el mensaje de audio.
La canción de Osmar, premonitoria para una despedida, se titula 'El mejor de los amigos', inspirada en el formidable ser humano que fue Omar Geles, y cuyo lanzamiento no podría tener otro escenario que la tarima 'Francisco El Hombre', de la Plaza 'Alfonso López', de Valledupar, desde el miércoles atiborrada de dolientes, amigos, artistas, familiares, incluida la desconsolada Mamá Hilda, a la vera de su 80 años, para darle el último adiós, con todos los honores, al virtuoso y querido hijo de la capital mundial del vallenato.
Conservo de Omar Geles un obsequio que me hizo en una de sus visitas a Bogotá: una mochila arhuaca que todavía huele a chivo. "Compadrito Ricardo -me dijo-, se la mandé a hacer a una tejedora nativa de Pueblo Bello, en la sierra (la Sierra Nevada de Santa Martha). Gracias, compadre por todo lo que ha hecho por este obrero del folclor".
Gracias por todo, maestro. Descanse en paz.