Espiando por la ventana de la guardería de moda, veo como se patean sus respectivas loncheritas los primos Santos. Me atacó el escalofrío; si así es ahora, “imagínese usted este país gobernado por Mockus”.
Lindos tiempos aquellos cuando mis colegas, paisas de pura cepa, me explicaban con penetrante fe: “Cadena, tenés que votar por Santos en agradecimiento a Uribe”. Ni se despeinaban, mientras yo —ingenuo como siempre— me trasnochaba estudiando planes de gobierno para decidir mi voto. Fugazmente, a la ola verde se la embutió esa locomotora minera que jamás tuvo entre sus planes frenar en las curvas, y ahora, cuando empiezan a volverse cariñositos los candidatos de nuevo, ¿qué hacemos Antanas?
Me dicen que es en serio, que el Partido del Tomate se presentará a elecciones, y patrocinará “tomatinas”. No me gusta desperdiciar alimentos, pero la idea tiene su sabor. Lo sabemos muy bien desde el 2010: tenemos que dejar de criticar sin proponer, tenemos que participar como ciudadanos, hay que volearle girasoles y tomates a los aprovechadores de lo público. “Tómate el poder”, dicen ellos.
No me extrañaría que la idea pegue. Brillantes como nunca, los gobernantes nuestros insisten en cortarles las alas a los ciudadanos. En Piedras, Tolima, los locales deciden con su voto, que no quieren minería de AngloGold. Pero no, el gobierno nacional no acepta eso porque ¿qué van a saber esos campesinos sobre un PIB? En Villavicencio, Cali y Barranquilla se preparan tremendos regalos de urbanismo táctico, en honor a la primera acción de ‘Bicis por la Vida’; cuando una alcaldía decidió borrar la ciclorruta, que unos traviesos ciclistas habían construido con sus propias manos.
¿Que no tienen nada que ver las bicicletas con los tomates? Pues parece que sí, porque los ciclistas de Medellín y Popayán somos iguales a los de Curitiba y Guadalajara: vamos solos, aún cuando los gobiernos nos han dejado de proteger (“¿para qué les vamos a invertir plata a esos siete mechudos?”), nosotros no hemos dejado de pedalear. Así, nos hemos convertido en activistas graduados, esperando la luz verde para lanzar esa primavera cafetera.
No hay mejor símbolo de ciudades humanas que la bicicleta. La sostenibilidad del mundo depende de la sostenibilidad de nuestras ciudades, la cual a su vez, depende de la sostenibilidad del transporte. Si supuestamente sabemos lo que es bueno para nuestras ciudades, ¿por qué seguimos eligiendo alcaldes cuyo principal aporte es expandir vías, pavimentar laderas, romper montañas? ¿Será por nuestra adicción al carro?
Es tanto el amor por los carros en Colombia, que aquí todavía se puede manejar borracho. No es un chiste: en un país donde cada semana un conductor borracho arrolla humanos, los culpables —cuando tienen un carro muy lujoso— jamás terminan en la cárcel. Siguiendo el ejemplo de Varela (2012, tres muertos), y de Chávez (2011, una muerta), ahora sale el joven Salamanca a decir que “sólo se tomó cinco tequilitas”. Los genios de Audi, al ver su marca estrellada en primera plana, se apresuraron a entregarle una camioneta 4x4 igual, a nuestra amada Mariana Pajón. ¿Montar a los ciclistas a los carros? siempre una gran estrategia del todopoderoso gremio automotor.
Además de los que podemos elegir directamente, también hay unos personajes que claman a gritos su tomatina. ¿Qué me dicen de Luis Bedoya con ganas de embolsillarse una medallita en la final de la Libertadores? Tremenda fotomulta le metieron. Otra: Santiago Pastrana anunciando sus primeros ‘pinitos’ en la política. ¡Que maravilla! Con esa sangre nueva si vamos a arreglar los problemas enquistados que nos han dejado los de antes, su papá Andrés por ejemplo, o su abuelo Misael.
¡Pendientes pues ciudadanos! vamos organizándonos para acompañar tanta criticadera con acciones pragmáticas. Todas las grandes ideas, deben tener un momento en el cual parezcan una locura.