Quienes vivan al noroccidente de Bogotá conocerán el barrio Quirigua. Es un sector emblemático por la vitalidad de su comercio que, hace unas décadas, sufrió el azote de la violencia desatada por la guerra del narcotráfico, cuando Pablo Escobar ordenó estallar un carro bomba en pleno corazón del barrio. Hoy, este tradicional barrio sufre otro azote: el de la delincuencia.
Hace aproximadamente un mes decidí bajarme del Transmilenio a la altura del puente peatonal que hay justo después de la entrada al barrio. Eran cerca de las 11 de la noche y transitaba por la cancha de microfútbol, justo frente a un karaoke bastante célebre, del que es dueño un comerciante que conozco. De pronto, un hombre armado con un puñal me pidió que le diera lo que tenía. Oponiéndo resistencia para salvar el celular, me trabé en un forcejeo con el atracador, resultando herido en el antebrazo con el filo del arma. Fueron tres puntos; pudo haber sido fatal.
Pensando que esto había sido un incidente aislado, puse la respectiva denuncia en la URI de La Granja. Cuál sería mi sorpresa cuando dos personas que estaban haciendo la fila también habían sido atracados con dos días de diferencia. Es decir que los atracos en el barrio son pan de cada día.
Hace un par de días, mientras conversaba con un amigo en el barrio Bochica, me narró cómo había sido víctima de atraco con arma de fuego y a plena luz del día, adivinen dónde: en el barrio Quirigua. Al parecer esta banda se tomó el sector por el que hasta hace algunos años se podía caminar sin necesidad de estar prevenido.
La pregunta del millón es ¿Qué piensan hacer el alcalde de Engativá y el comandante de E-10, es decir de la Estación de Policía, para que esta peste no se expanda por los barrios aledaños?
