Salí del Petronio y escuché una interesante conversación de dos turistas que llegaban por primera vez a este Festival de música, gastronomía, artesanías y belleza de nuestra raza negra. Su anfitrión les mencionaba entre las características de este evento una que me llamó la atención.
El ambiente que se vive de tranquilidad y tolerancia ciudadana. En otros eventos en estos mismos escenarios se han presentado peleas entre los asistentes, ya sea un concierto o una confrontación deportiva. aquí no hay problema todos gozamos, comemos, bebemos, nos divertimos en paz.
Que agradable vivir este Petronio de esta manera, tan distinto al Cali que veo en el descuido de las autoridades con la impresionante invasión del espacio público en la Calle 13, la calle 15 y algunos otros lugares. No es posible caminar con tranquilidad con la cantidad de negocios establecidos en estos lugares. Se pueden encontrar todo tipo de mercancias, comidas, bebidas. Se utilizan estos espacios como parqueaderos de motos, bicicletas, carretillas, vehículos. Y todo esto sucede ante la mirada indiferente de las autoridades de la ciudad.
Dudo mucho que la proliferación de estos negocios informales se deba a la necesidad de trabajo. Dudo que un desempleado tenga la posibilidad de ubicar pantallas gigantes con sofisticados equipos de reproducción para proyectar películas y videos musicales en la calle, utilizando además fraudulentamente la energía pública. ¿Quien la paga? Ojalá la Cali del Petronio fuera la Cali de todos los días y de todos los lugares. Lo merecen quienes viven en esta ciudad y es el deber de las autoridades a quienes se les confió la obligación de dirigirla.