Ya que estamos preparando regalos y escribiendo los propósitos para el 2024, quiero proponerle uno a Bogotá: legalizar el barrio Bosque Calderón Tejada, una deuda que cumple 10 años.
Por mi trabajo, tuve que ir a este barrio varias veces por casi tres años. Queda arriba de la Circunvalar, por los puentes de la 62, al lado de la quebrada Las Delicias y detrás de la Manuela Beltrán. Es un barrio que tiene una dinámica como de pueblito; todos se conocen y saben de inmediato quién es la extraña. Con cada visita, me volví menos extraña y con el tiempo le agarré cariño al barrio; tiene líderes muy inspiradores que llevan trabajando décadas para que su barrio mejore.
En una de las primeras reuniones, los vecinos nos contaron con orgullo cómo, con su autogestión de casi 30 años, han logrado conseguir agua, luz, construir sus casas, tener una vía que tiene muchos huecos (como en toda Bogotá), tener una cancha, un jardín y un salón comunal. Pero, pese a todo el esfuerzo, aún no ha sido suficiente y Bogotá los ha dejado atrás.
Mejorar el barrio es imposible por no ser legales. Intentamos el reparcheo de la única vía de acceso que tienen y fue imposible; la respuesta insistente de las entidades era que no se podía invertir en un barrio que no es legal. Por esto, con el ánimo de ayudar, empezamos a averiguar sobre el proceso de legalización, lo que implicó enviar un montón de derechos de petición, hacer otro poco de reuniones y hacer una gran audiencia.
Tras tres años, lamentablemente, no logramos la legalización del barrio. Sin embargo, desengavetamos el proceso y detallamos las razones de la demora, las cuales quiero contar para que en el futuro no empiecen de ceros.
¿Cuál es la traba para legalizar el barrio si esto es una obligación que deriva de un fallo del Consejo de Estado de 2013? Aquí es cuando el tiempo, las jurisdicciones y las prioridades de inversión entran en juego.
- El tiempo en contra: para la legalización, la Secretaría del Hábitat debe compilar un expediente con varios documentos que luego envía a la Secretaría de Planeación. Cuando se tienen todos, Planeación emite un Decreto que legaliza el barrio. Uno de esos documentos son los planos. El expediente se ha radicado desde el 2016 y siempre lo devuelven porque los planos son distintos a lo que se verifica en campo. Y claro, lo que sucede es que mientras Hábitat hace el plano y gestiona los demás documentos con otras entidades, el barrio sigue creciendo y cuando llega Planeación a verificar, hay más casas. La culpa recae tanto en el barrio, que sigue creciendo para acoger a más habitantes, como en la Alcaldía Local de Chapinero, que no realiza el control urbanístico necesario.
- Las jurisdicciones que imposibilitan: otro requisito para la legalización es el alinderamiento de la quebrada las Delicias, lo cual se viene pidiendo desde 2017. Esto es un lío porque la quebrada se encuentra en suelo urbano y rural, requiriendo la coordinación de dos entidades, la CAR y la Secretaría de Ambiente. Después de tres años de insistencia, no ha sido posible que ambas entidades se pongan de acuerdo. Los argumentos han sido varios, dentro de ellas el nuevo POT y una guía de MinAmbiente.
- La gestión del riesgo y las decisiones impopulares: otro requisito es tener el Concepto de Amenaza y Riesgo por movimientos en masa, a cargo del IDIGER. En febrero del 2020, se emitió un concepto que identificó alrededor de 89 predios con alto riesgo no mitigable, quienes tendrían que irse del barrio. La comunidad no estuvo de acuerdo y exigió un estudio más riguroso.
Por esto, en 2020, el IDIGER contrató un estudio geológico y geotécnico que le diera insumos y en 2022 presentó un nuevo concepto que fue más comprensivo. Este concepto identificó el riesgo así: el 67% del polígono a legalizar tiene riesgo medio, el 28% riesgo alto mitigable y solo un 5% con riesgo no mitigable. Dicho de otra manera, pasamos de 89 predios a reubicar, a solo tener que reubicar 2 siempre y cuando se hagan unas obras de mitigación que son necesarias en el barrio.
Como notarán, para que el barrio sea legal, se deben lograr dos cosas. Primero, que la CAR y la Secretaría de Ambiente por fin se pongan de acuerdo para alinderar la quebrada. Y Segundo, darle la cara a la compleja tarea de encontrar una solución para financiar la mitigación del riesgo con recursos públicos, evitando depender de urbanizadores privados. Según el IDIGER, estas medidas de mitigación implican meterle la mano al bolsillo a varias entidades y puede sobrepasar el presupuesto de una sola entidad en un año.
La historia del barrio y de sus vecinos merece ser conservada y resaltada. Son parte de la memoria de los Cerros que abrigan a la capital. Según cuentan los vecinos, el barrio hoy en día tiene servicio de luz porque Luis Carlos Galán les ayudó en su momento. Ahora, con su hijo como alcalde, se renueva la esperanza y la resiliencia, dos características que perduran en los vecinos cada cuatro años. Ojalá que esta vez sí se les haga el milagrito.