El coronavirus llegó a cambiarnos la vida. Más allá de tener que aceptar que el dolar esté en 4 mil pesos, o que nos tengamos que quedar encerrados en la casa sin ir a trabajar, estudiar o a caminar las calles de la ciudad buscando entretenimiento, el coronavirus llegó a cambiarnos nuestra manera de ver la vida desde lo más profundo.
Así pues, muchas personas, acertadamente, han aclamado asumir esta crisis como un nuevo comienzo. Un nuevo comienzo para nuestro planeta, que hoy mas que nunca respira con la tranquilidad que era desconocida desde hace centenios. Un nuevo comienzo para las ciudades que han tenido que detenerse como aguantando la respiración mientras todo se calma. Un nuevo comienzo para este modelo económico que se lame las heridas mientras pierde poder en un episodio imprevisto y sin precedentes que nos tomó por sorpresa.
Pues bien, como colombiano residente en la capital, quiero llamar la atención de un cambio definitivo y para siempre. No solo como persona, sino tambien como ciudadano. Quiero que Bogotá cambie de una vez por todas. Porque recuerdo las calles de la ciudad congestionada y no las extraño. Pienso en el trafico, en el humo, en el maldito Transmilenio y me enamoro más de mis 4 paredes. Pienso en eso y el aparta estudio de 28 metros cuadrados en los que paso mi cuarentena no se me queda chiquito. No me pica.
Cuando esto se acabe, quiero amanecer en una ciudad más verde que nunca. Más caminada. Con más bicicletas que carros. Con más personas trabajando desde su casa. Con menos estrés, más oxigeno en su aire. Más festividad en su atmósfera.
Respetada alcaldesa, confío plenamente en sus capacidades que la pondrán en la historia de esta ciudad de la mejor manera. Por favor, hagamos del coronavirus un instrumento de salud. ¡Construyamos una ciclovia permanente!