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En alta definición y a buen volumen, descubrí apenas ahora el encanto de las películas de vaqueros

Por:
diciembre 27, 2015
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En el centro de comando de mi vida, en mi habitación propia, una visitante batió sus alas en la mitad del espacio. Cada aleteo sonaba como si estuviera sacudiendo una vieja cortina, retirando polvo de un tapete pesado. La polilla percibió mi terror y regresó a una esquina de la oscuridad. Mientras tanto, otro recién llegado llenaba el lugar con toda su magnificencia: ¡bang, bang! Silbidos y una ijaaaa, sonidos como fogonazos en la mitad de la noche. Yo, aunque preocupada por la mariposa de invierno volví la cabeza a lo que pasaba en la pantalla de mi televisor, me perdí en el Oeste.

En alta definición y a buen volumen, descubrí apenas ahora el encanto de las películas de vaqueros. Andrés Caicedo, Javier Restrepo, y otros tantos, hablaron extensamente de las tardes ocupadas viendo a John Wayne o a Clint Eastwood. Ahora me sumo, con discreción, a ese grupo. Para mí, primero están las llanuras extensas, el encanto presente de las viejas producciones, los rostros de las estrellas de ese Hollywood dorado; en segundo lugar me atraen la música y el polvero que me hace sentir falsamente que seguro mañana amaneceré con dolor en la garganta a pesar de que allá es la década de los sesenta y aquí estoy segura en el presente de mis cobijas y sábanas; y tercero están los personajes: caballos, mujeres de vestidos largos y  hombres siempre sucios y distantes.

Pasada la primera impresión, y como a la segunda o tercera película, ya el paisaje se tornó siniestro, la historia perdió brillo. Vi masacres ,  violaciones , asesinos, orfandad, crueldad, desafecto, injusticia. El encargo idílico de llevar diez mil reses de un estado a otro en Red River, pasó pronto a ser la historia de una mujer que no puede llorar aunque le caiga una flecha en el hombro, o el drama de la protagonista de Hung´em high que a diario va a buscar los asesinos de su marido en los condenados que llevan a la cárcel del pueblo; o el llanto del niño que es separado de su madre a punta de balazos en Unos dólares más… Ficción que a diario repetimos aquí y allá en la eternidad del cine. Esos vaqueros tienen mucho que ver con nosotros.

La conquista del territorio y de la vida
pareciera ser una historia infructuosa
sobre el intento de sanar las propias heridas

 

La conquista del territorio y de la vida en las películas del viejo Oeste pareciera ser una historia infructuosa sobre el intento de sanar las propias heridas. Los vaqueros  salen al campo abierto, armados, llevan justicia y también hacen daño; hablan poco, fuman mucho, beben demasiado, y dicen que su hogar está donde ponen el sombrero. De otro lado, las mujeres están solas, se sienten abandonadas, son heroínas que cargan armas y disparan rabia. También, dedicadas a la ardua tarea de sobrevivir, no le dan espacio al sentimentalismo ni al drama. Claudia Cardinale en la película Once upon a time the west le dice a un hombre que si acaso se atreve a abusar de ella, tan solo bastará un poco de agua caliente para lavar la afrenta y, eso sí, apenas quedará otro mal recuerdo para coleccionar. Ficción, realidad… Faction, como lo diría la legendaria editora de Vogue Diana Vreeland cuando hablada del territorio indeterminado entre la invención y los hechos.

En la oscuridad de la noche, en mi habitación, le temo más a la polilla en el borde de la puerta que a la manera como esos personajes me atraen. Dicen que esos animalitos son señal de malos augurios; pero son peores los mensajes de estos héroes de leyenda cuya seducción nos vaticina que aún vive el viejo paradigma en el que admiramos al que sabe  sobreponerse a partir de la velocidad, la fuerza y el silencio del corazón. Indicios de un modo de ser que tiene como premisa la idea de que se está vivo cuando ser vivaz significa ser avispado.

Los cuentos de vaqueros son historias de una tierra indómita, de la vida rebelde… de hombres que “tienen escopetas y cazan”, como dice el Zorro de El Principito. Pero, también como dice en el mismo libro, tal vez esos héroes, igual que nosotros, buscamos, el significado profundo de la palabra domesticar.

Los niños juegan a los vaqueros,
a dispararle a indios,
y yo, todavía prefiero al viejo Woody.

Al final, el héroe se va, esquivo, evita balas y raíces. Ha ganado, la película tendrá un continuará en otro título, en un nuevo episodio. Los niños juegan a los vaqueros, a dispararle a indios, y yo, de todos todavía prefiero al viejo Woody.

Apago el televisor, busco el sueño… la mariposa me despierta, aletea por encima de mí. Por un momento se detiene y yo creo que me mira, siento que la entiendo. Ella se retira a la esquina del cuarto en donde me ha esperado por dos noches consecutivas. Abro la ventana y el viento helado la llama. Está suspendida en el aire, imagino que por fin logro conectarme con ella y entonces me anuncia que se irá. El mal augurio se alejará tras ella. Por encima de mi cabeza atraviesa la ventana y su silueta negra se confunde con la noche. Se desata el miedo, pierdo el sueño pues tengo el rostro frío, ¿qué más puedo hacer? En Netflix quiero ver True grit. Qué siga la función… Bang, bang… se enciende un fósforo al rastrillar su cabeza contra cualquier superficie.

@MRosarioEP

Publicada originalmente: 15 de noviembre 2015

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