Este es el título de uno de los escritos de Antonio Gramsci, uno de los pensadores políticos más importantes del siglo XX en Italia, y que dejó un gran legado en su bibliografía; un apartado de este texto dice:
Lo que ocurre, no ocurre tanto porque algunas personas quieren que eso ocurra, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja hacer, deja que se aten los nudos que luego sólo la espada puede cortar, deja promulgar leyes que después sólo la revuelta podrá derogar, deja subir al poder a los hombres que luego sólo un motín podrá derrocar.
Y aunque no estamos en tiempo de odios, sí tengo que decir que los indiferentes me caen mal. Sus múltiples quejas y su poco compromiso los hacen despreciables. La indiferencia, esa actitud malsana donde todo da igual, donde nada importa es la causa de cantidades de injusticias y toma de malas decisiones.
Me caen mal los indiferentes porque tienen la crítica a flor de lengua, porque hablan sin pensar y porque casi nunca tienen una propuesta que ayude a construir algo. En la mayoría de los casos creen que tienen responsabilidad con nada.
Y me caen mal los indiferentes porque se lamentan de algunos corruptos que nos gobiernan, pero hacen nada para solucionarlo. Hemos experimentado a lo largo de nuestra existencia un sin número de casos de corrupción visibles a nuestros ojos y apáticos a nuestros hechos, pero nos preocupa más la condición sexual de nuestro vecino que la realidad que agobia nuestro pueblo, y nada hacemos por indiferencia y desconocimiento.
La defensa de la democracia, de sus principios y de su aplicación, tiene que ser constante y luchar contra cantidad de personas que solo quieren “ver arder el mundo”, allí no se puede ser indiferente, ha costado mucho llegar al momento en el que estamos, mucho tiempo, muchas vidas y varias generaciones.
Todos tenemos poder y debemos ejercerlo, eso va de la mano del actuar, también se puede decidir con ese poder hacer nada, ser indiferente y convertirse en un "idiota" palabra que es originaria del antiguo griego idiótes, que se refiere a una persona que no está interesada por la política ni por los aconteceres públicos.
Este no es tiempo para indiferentes,
no es tiempo para mezquindades
Lo público, esos bienes preciados que nos pertenecen a todos, deberían ser cuidados, protegidos y salvaguardados por todos. Pero no, a esta tarea se suman unos pocos, y resulta ser mucho lo público y muy pocos los ojos vigilantes, permitiendo la corrupción y el detrimento de lo que a todos nos cuesta.
Pero lo público no solo es material, hay valores y principios fundamentales inmateriales que necesitan de la protección constante de la ciudadanía; la libertad, la justicia, el respeto, la paz están en juego en este momento, nuestra historia puede cambiar radicalmente y nosotros ser protagonistas de primera mano para lograrlo, pero tenemos una obligación, dejar de lado la indiferencia, tomar partido sobre lo que está pasando y desechar a esos experimentados desinformadores que solo quieren complejizar las situaciones.
Además, hoy las minorías solicitan con urgencia nuestra solidaridad, nuestro compromiso y respaldo para que sus derechos no sean vulnerados, para que sean tratados con justicia, igualdad, respetando sus libertades y cualesquiera que sean sus diferencias
Este no es tiempo para indiferentes, no es tiempo para mezquindades, nuestro momento histórico exige la criticidad, la apertura de ideas y la aceptación de las diferencias. Sabemos que hay gente que no está de acuerdo con lo pactado en La Habana, y eso no lo hace malo, simplemente diferente. Si en verdad queremos alcanzar la paz, tenemos que aceptarnos, respetarnos y aprender a convivir con nuestras diferencias, creemos en la reconciliación como principio para alcanzar la paz, y nuestro primer paso, es votando sin indiferencia este dos de octubre.
@julianelpolit