Odebrecht y yo no vi nada
Opinión

Odebrecht y yo no vi nada

Revelaciones de Prieto empatan el partido de la corrupción en las campañas políticas, que puede conducir a la fórmula colombiana de “hagámonos pasito”, con un paganini: el proceso de paz

Por:
marzo 20, 2017
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A la campaña de Óscar Iván Zuluaga le cayeron en la yugular con el cuento del recibo, no registrado, de dineros de Odebrecht para financiar gastos de la campaña del 2014. Con razón.  Hasta ahí, el juego parecían ganarlo quienes se consideraban los buenos, los transparentes, del proceso electoral.

Sin embargo, el empate del partido se produce, finalmente, con las declaraciones de Roberto Prieto, el gerente de la campaña de Santos, precedidas del ventarrón desatado por el exhonorable senador Otto Bula, su maletín y su red de amigos, y el sinnúmero de preguntas no resueltas.  Olas de alegría se sienten aún en las huestes del CD ante semejante anotación que iguala el torneo. “Estamos todos en ello”, pareciera expresar el regocijo. La igualación por lo bajo.

 

“Estamos todos en ello”, pareciera expresar el regocijo.
La igualación por lo bajo

 

La campaña oficial del 2010, la respaldada por el presidente de entonces, que descalificaba las actuaciones del adversario del candidato del gobierno, como “esfuercito de caballo discapacitado”, así como las del 2014, están manchadas de ilegitimidad… y de una gran hipocresía. Amigos en el 2010, hoy examigos, parecen haber actuado de forma similar. Reaccionan, también, de forma parecida en lo siguiente:

 

  1. La doble moral en prácticamente todas las toldas políticas es rampante. Todas las campañas, presidenciales, de congreso y las demás, reciben aportes en especie (sean desayunos para posibles votantes, afiches publicitarios o transporte) o en dinero, de personas naturales y empresas, que no se registran en la contabilidad oficial. Con certeza, los topes permitidos son inferiores a los costos reales, inflados, también, por la competencia de gastos “por debajo de la mesa” y el billete hay que conseguirlo a como dé lugar. Se dice que una campaña al senado puede rondar los quince mil millones de pesos, incluida compra de votos. Difícilmente se puede esperar que los topes para las presidenciales sean inferiores. Máxime si los resultados de la primera vuelta ponen en peligro el triunfo en segunda.

 

  1. Los donantes, sobre todo los grandes, esperan que el beneficiario se entere de sus aportes. No es usual el aporte anónimo, filantrópico, particularmente cuando de montos considerables se trata. Lo mínimo que esperan los donantes es que el beneficiario directo, el candidato, se entere. Como bien dijo Claudia López esta semana, donantes menores de 50 mil o 100 mil pesos esperan un agradecimiento del candidato, un reconocimiento. ¿Van a conformarse los aportantes de talla mayor con que sólo estén enterados de su apoyo quienes administran la respectiva campaña? Los grupos empresariales no van, necesariamente, por favores concretos. Estar bien con el gobierno de turno es considerado un activo que tiene precio, especialmente si hay inversiones públicas.

 

  1. La cabeza máxima en cualquier campaña es el candidato mismo. No resulta creíble que los aspirantes presidenciales no supieran acerca de las características gruesas de la situación financiera de campaña. El argumento, a la hora de los cuestionamientos, es el mismo: andaban muy ocupados consiguiendo votos; no se inmiscuían en los detalles. Tanto en el caso de Óscar Iván Zuluaga como en el de Juan Manuel Santos, siempre ha habido una aureola de alta capacidad gerencial, de experiencia empresarial de primer nivel. Sus campañas presumieron de estar asesoradas y administradas por gente preparada y prestante. Comités financiero, estratégico, programático, directores de comunicaciones, estructura administrativa dirigida por profesionales prestigiosos, en fín, enmarcados en una estructura de gobierno corporativo de las campañas que hace imposible el ingreso de elefantes *.

 

  1. Aunque se procura aislar de culpas al candidato, los cuadros administrativos y los asesores de cada campala la emprenden unos contra otros o registran cuadros selectivos de amnesia, tratando de eludir la responsabilidad y achacársela a otros. La deslealtad es la pita de la que las autoridades que investigan pueden halar, si hay la voluntad para hacerlo.

 

Es probable que el empate conduzca a la fórmula colombiana de “hagámonos pasito”. Sin embargo, lo ocurrido es lamentable para el proceso de paz. Firmarlo fue una odisea; cumplir los acuerdos requiere tenacidad de largo plazo y capital político suficiente. ¿Podrá un gobierno debilitado, con poca credibilidad, garantizar que la paz no tenga reversa?

*http://www.las2orillas.co/la-gente-clave-de-oscar-ivan-zuluaga/

http://www.elespectador.com/noticias/politica/conformados-cuadros-directivos-de-campana-juan-manuel-p-articulo-484028

 

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