El país, bueno, el país no, los medios de comunicación están escandalizados porque la corrupción llegó hasta el Congreso y las altas cortes; es decir, los periodistas descubrieron que el agua moja.
Ñoño. Musa. Ramos. Arias. Uribe. Santos. Prieto. Bustos. Andrade. Zuluaga. Ordóñez. Moreno. Lyons. Vargas. Pinilla. Ricaurte. Nombres y apellidos de personajes “ilustres” de nuestra farsándula política copan actualmente los titulares de los principales medios. Las palabras Odebrecht y corrupción al lado de sus fotos complementan las portadas.
Y digo que los más escandalizados con este embrollo son los medios de comunicación, pues los ciudadanos de a pie sabemos que la podredumbre viene desde hace mucho tiempo, puesto que no somos genios, pero tampoco idiotas. La opinión pública sabe que el escándalo surgió y ha crecido debido a que los gringos decidieron meter la cucharada, pues ni la Fiscalía del locuaz Montealegre ni la Procuraduría del “adalid anticorrupción”, Alejandro Ordóñez, se dieron cuenta nunca de nada. O no se quisieron dar cuenta. O se hicieron los pendejos. Zinedine Montealegre porque vivía embobado con las sesudas y costosas tesis de Natalia Springer sobre el conflicto en Colombia; Ordóñez porque le preocupaba más destituir a posibles rivales políticos para la presidencia que jamás va a ostentar.
Pero bueno, el escándalo estalló y hay que hacer leña del árbol caído. Faltaba más –Hago un paréntesis para preguntar algo: si casi todos los medios del país cuentan en sus filas con periodistas de investigación, ¿cómo es que ninguno de ellos sabía o sospechaba lo de Odebrecht? O si sabían o sospechaban, ¿por qué ninguno dijo nada?–Y correrán ríos de tinta hablando de los nuevos implicados. De las posibles prendidas de “ventilador”. De las manidas roturas de silencio. De los nombres que faltan. De que también caerán.
Y las portadas cada día serán más jugosas: “Uy, el magistrado tal ¡No puede ser¡”; “Juemadre, se le embolató la candidatura presidencial a Fulanito”. Empero, después de varias condenas irrisorias, de las absoluciones por doquier a magistrados por parte de la Comisión de Absoluciones de la Cámara, de los pretextos y solicitudes hipócritas de los siempre: “Pido que se investigue hasta las últimas consecuencias. Caiga quien caiga”; “Si ven por qué era justo y necesario que los chuzara”, nada pasará. Todo seguirá igual.
Los políticos condenados endosarán sus movimientos y lanzarán como candidatos a Senado y Cámara a sus familiares o amigos, y los parásitos de la democracia, aquellos que se venden por un tamal o un bulto de cemento, los elegirán sin dudarlo un segundo. Los barones de peso pesado, es decir los presidenciables, es decir los dueños del país, aquellos a los que la justicia jamás va a tocar, se disputarán la presidencia y por debajo de cuerda recibirán el apoyo –obvio, a cambio de abundante mermelada– de los políticos presos. Y así, hasta el final de los tiempos, pues la corrupción del país es tal y está en tantas partes, que es casi imposible deshacerse de ella.
Y tal y como pasó con Dragacol, Reficar, el proceso 8000, la Yidispolítica, la parapolítica, la farcpolítica, SaludCoop y demás escándalos, habrá mucha bulla, y pocas nueces.