Bajo este régimen anegado en pudrición del presidente Santos, la democracia migró sin ápice de vergüenza a la cleptocracia.
Del gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, llegamos a este “sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”, que es como define cleptocracia el Diccionario de la Real Academia Española.
En tropa, servidores públicos del ejecutivo, el legislativo y del sistema de justicia y, por sí hiciere falta, avivatos de todos los pelambres, léase contratistas del Estado, se aprovechan del erario y de la contratación, como quien dijese que las oportunidades las pintan calvas y que estamos en tierra de nadie.
Los congresistas afectos a la administración reciben financiaciones extrañas y la mermelada que, traducida en contratos, son fuente de enriquecimiento ilícito a altas tasas de participación; los magistrados de las altas corporaciones reciben, a manera de pospagos, sinecuras en el exterior, sea una embajada, la CIDH, el Tribunal Andino de Justicia o jugosos contratos para las parentelas. Y en el ejecutivo van en alza las coimas, del 5% de antes al 35% de ahora, porque de devaluación del peso si saben los corruptos, no escapándose un gerente de conocida campaña presidencial que no ha escurrido más el fisco porque mi Dios es muy bueno, ni el cartel que él mismo tiene instalado en el gobierno y en cierto organismo internacional. Los nombres por sabidos se callan.
Odebrecht fue el detonante de toda la cultura de corrupción que carcome las instituciones aquí y en Latinoamérica. Gobierno y todos los implicados en corruptelas tratan de aplicar la del gato, echándole tierra al asunto. No nos hagamos demasiadas ilusiones sobre lo que propongan hacer Contraloría, Fiscalía, Procuraduría, también entelarañadas en los juegos repugnantes de intereses.
No estará lejos el gobierno de proponer una reforma constitucional vía fast track que autorice las coimas según lo dicte la ley de la oferta y la demanda y derogue el cohecho, la falsedad, el peculado de la faz de la República.