La corrupción en Colombia se instaló desde la cabeza, como hasta la saciedad lo probamos en el olvidado y nunca aprovechado proceso 8000. Como en aquellos días calamitosos hoy soportamos un Presidente que empezó por robarse su investidura. Ernesto Samper no debió ser jamás Presidente de la República, o en el peor de los casos le correspondía a un país indignado sacarlo a empellones del Palacio. Pero se compró la mayoría de la Cámara de Representantes con el presupuesto nacional, y después tuvo el inaudito respaldo de los “cacaos” que tomaron por asalto una opinión pública floja, sin dirección ni voluntad de lucha.
Juan Manuel Santos hizo lo que su amigo Samper, robarse la presidencia con una camarilla que le cobró el precio de su adhesión con el robo del país entero. Y no hay partidos políticos que lo censuren, ni medios de comunicación que lo enfrenten ni critica social que lo abrume con inapelables sentencias.
Odebretch es la prueba reina de esa iniquidad. Para empezar, porque pagó el precio de una campaña presidencial. ¡Qué barato sale comprar elecciones en Colombia! Por un millón de dólares queda el corrupto dueño de la conciencia oficial y con el campo abierto para todas sus granujadas, esas harto más costosas.
Más temprano que tarde descubriremos el costo real del millón de dólares que pagó Odebrecht por estas prostitutas del poder. La Ruta del Sol II costará billones adicionales a los pactados. Cuando lea usted estas líneas, querido compatriota, lunes 13 de febrero, se habrá vencido el plazo para la construcción de la carretera. Y se nos anuncia que vamos en el 53 % de lo pactado. La otra mitad correrá por cuenta nuestra, y eso monta billones de pesos. ¡Salud, contribuyentes!
Hoy lunes 13 de febrero, se habrá vencido el plazo
para la construcción de Rutal del Sol II.
Y se nos anuncia que vamos en el 53 % de lo pactado
Nada sabemos del tramo que llamaron adicional, Ocaña-Gamarra, para el que se dispusieron novecientos mil millones de pesos, sin que nadie se tome hasta ahora el trabajo de calcular precios unitarios, ni cantidades reales de obra, ni el contenido de los imprevistos. Apenas sabemos que la carretera hace rentable la inversión de la familia Parody en el puerto de Gamarra y que ya la cuñada ministra organizó peajes para solventarla.
Nos hemos engolosinado con la historia del millón de dólares; con la aparición en la escena de un tal Giraldo, del que según entendemos tienen muy malos recuerdos unos cuantos inversionistas de dinero en Medellín y aledaños; con la participación en la trama de Roberto Prieto, señalado tanto por Otto Bula, al que inicialmente no conocía, como por García Morales, el otro príncipe de este cuento de hadas. Pero mientras nos entretenemos con esta parte sucia y pedestre del cuento, se nos olvidan sus contenidos esenciales. ¿Cuántos billones de pesos andan en juego?¿Cuánto va a costar la liquidación del contrato y la celebración de uno nuevo que lleve los trabajos hasta el final? Nadie sabe nada. Nadie opina y al parecer, a nadie le importa.
Y así andamos por el mundo. Santos y su camarilla enmermelada se robaron entera una bonanza petrolera que produjo para las arcas públicas, y luego para sus depredadores, más de cien mil millones de dólares que son más de trescientos billones de pesos, o como el total de los recaudos fiscales de la Nación durante tres años. Y agréguese a esta cifra escalofriante, cincuenta mil millones de dólares del endeudamiento público central en estos años de latrocinio. ¿Dónde están?
El caso de Odebrecht nos pone en la pista de estas cuestiones. Nos resuelve el negociado de la venta de Isagén a unos canadienses anónimos; del otro negociado con Tony Blair, a quien Planeación Nacional le abrió las puertas de entrada a todos los secretos de inversión del Estado; de la quiebra de Saludcoop, próxima a vender sus activos, libres de polvo y paja, con seis o siete millones de contribuyentes forzados; de la crisis de Caprecom, que pagaremos entre todos, como siempre; de los veinte billones de pesos en que calcula el Fiscal Martínez el alcance de la corruptela contractual en las regiones; de las regalías enormes que se dilapidaron en departamentos y municipios. En suma, de toda la tragedia que empieza por el robo de las elecciones del 2014.
El país está literalmente quebrado.
El deplorable crecimiento del año pasado y el previsto para este año,
es la carga que asumen los colombianos para cubrir el Nobel de Paz
El país está literalmente quebrado. El deplorable crecimiento del año pasado y el previsto para este año, es la carga que asume la gente de Colombia para cubrir el Premio Nobel de la Paz. El desempleo, la miseria de los hogares, el rebusque, la inseguridad, las ollas del narcotráfico, la catástrofe de la salud y la catástrofe de la educación y la catástrofe de las obras públicas, no son causa de nada sino efecto de que todo el Gobierno es como salió a flote por el escándalo de Odebretch.
La misa no ha terminado. Apenas salió el cura al altar.