Mucho después que los esbirros se apostaran con sus dagas y arcabuces en el borde de las veredas y los ríos y un negrero ultramontano decretara la muerte en los plantíos para robarse la tierra y la utopía y los vampiros se hartaran de la sangre.
Mucho después que picaran los huesos y mancharan de sangre las paredes y apagaran las luces de la estancia y quemaran las manos de mi huerto y la estupidez de las casacas trasgredieran el honor de la bandera y los otros de quiméricos sueños y mortajas albergaran el miedo y el odio entre las masas y la memoria se desplazara de las aulas como el frío de la muerte.
Mucho después del ahogo hospitalario de enfermos de pandemia y la fatiga de Dios recogiendo el diezmo de safios y palurdos, un virus maldito se adentró en los hilos de la sangre y caminó indolente por los orificios del miedo y las edades, penetró la garganta de los miserables de la tierra, ahogó nuestras venas y pulmones y nos indicó el maltrecho camino de la muerte.