"Ocho millones de colombianos nos resistimos"

"Ocho millones de colombianos nos resistimos"

Carta a la Colombia Humana

Por: Marta Restrepo
junio 19, 2018
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Foto: Nelson Cárdenas

Y bien que al final las cosas se dieron como tenían que darse: con la derecha nuevamente en el poder; con el establecimiento cerrando filas para no dejar ningún resquicio a una política divergente que pueda poner en peligro sus ancestrales privilegios; con una porción de la ciudadanía indolente que no comprende que mantenerse imparcial ante la injusticia es cohonestar con ella; con una clase media votando con todo menos con la cabeza y que además cree que ganó, aunque ella misma tenga que pagar de su bolsillo los descalabros de esa política corrupta.

Son precisamente esos queridos colombianos que creen que viven en una democracia porque “ganaron” por mayoría los mismos que olvidan —si alguna vez lo supieron— que en esta, su querida Colombia democrática, no puede prosperar ningún pensamiento diferente a la ortodoxia conservadora, aunque para eso le toque asesinar en seguidilla cinco candidatos presidenciales de pensamiento liberal acusándolos de comunistas; y masacrar sistemáticamente líderes sociales y defensores de derechos humanos (van cerca de trescientos solamente después de firmado el acuerdo de paz), con la complicidad sorda de los medios de comunicación que no le dan a la noticia el despliegue ni la trascendencia que merece.

De suerte que aunque el resultado no le dio la victoria a la Colombia Humana, tampoco puede decirse que haya sufrido una derrota; ocho millones de personas conscientes en un país dormido es un logro que hay que remarcar. Una porción importante de la ciudadanía colombiana cree hoy que la máquina de guerra debe ser detenida, que el terrorismo de estado debe ser condenado, que las minorías deben ser escuchadas y que el cuidado de la tierra es la prioridad en la agenda de cualquier gobierno civilizado. Sin duda un enorme logro en un país proverbialmente dominado por el sectarismo, la carencia de cultura política, el oscurantismo medieval y la parcialidad periodística.

Haciendo un balance sociológico creo que los grandes perdedores de esta contienda electoral han sido justamente los medios de comunicación tradicionales, que sobradamente le mostraron a la opinión pública qué tan afilados podían tener los dientes cuando se trataba de defender los intereses de sus favorecedores. Sea esta la ocasión de decirles que su audiencia ya no va más, que ocho millones de colombianos nos resistimos a permanecer bajo el embrujo de su insolente y persistente manera de esconder lo que se tiene que decir. Un relacionista público no es un periodista, ya lo dijo Orwell.

Hoy una parte importante de la sociedad colombiana exige respeto a su inteligencia y a su capacidad de discernimiento, y por eso cambia de canal, y no solo a canales televisivos donde también hay más de lo mismo, sino a canales alternativos, virtuales y escritos donde los periodistas genuinos honran la ética de su profesión respetando la condición de interlocutor válido de su lector u oyente y su derecho a una información veraz y oportuna. La prensa tradicional colombiana —en especial la televisiva y radial— le ha robado a su audiencia la posibilidad de formarse una idea real del país en el que vive, traicionando una y otra vez su confianza y su buena fe, y estorbando su camino hacia los cauces democráticos. Condenarlos al olvido es lo mínimo que habría que hacer en un esfuerzo por construir la verdadera democracia en nuestro país.

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