El 8 de marzo no es una simple celebración, es la conmemoración de más de un centenar de años de lucha por la reivindicación de la dignidad de la mujer como un ser humano independiente y total portador de derechos y obligaciones jurídicas; una lucha por no ser ciudadanas de segunda clase, una lucha compartida con la comunidad LGBTTTIQ, en la que lo único que buscamos es que se respeten nuestros derechos esenciales como la vida, la libertad, la igualdad y la participación política, entre otros. Parece que este ideal de garantía de derechos sigue siendo un inalcanzable para estos dos grupos, aún hoy en pleno 2021. Exigir y hablar de estos temas de manera pública no es moda, no es una opción; el momento es hoy, no podemos seguir postergando este tipo de discusiones esperando un momento adecuado y específico en el temario nacional.
Debemos analizar el sesgo cultural y los paradigmas que aún no logramos romper. ¿Cuál es la causa? Podríamos decir que no es una sola, son múltiples los factores ambientales, sociales, culturales, educativos, políticos y geográficos. Problemas que en principio son tomados como asuntos personales inherentes al género, la condición de ser mujer o tener una preferencia sexual diferente a las tradicionalmente “aceptadas”. Debemos promover, como mujeres, el activismo femenino y la transformación social y cultural desde lo individual, bajo la legalidad y la perseverancia. Ninguna lucha es fácil, no lo fue para las mujeres que participaron en el movimiento para el reconocimiento de los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos; mujeres afroamericanas que fueron fundamentales para lograr este avance y que participaron de una manera no violenta, con la doble carga de ser mujeres y pertenecer a la comunidad afro. Si ellas resistieron, nosotras debemos resistir civilmente. La violencia contra la mujer no se acaba con violencia, se termina bajo una cultura enfocada en género. No olvidemos que la violencia contra la mujer es una vulneración inaceptable del terrorismo de género.
Debe existir una agenda nacional real con enfoque de equidad y seguir creando más escuelas de liderazgo en las que la mujer pueda acceder a esta educación, donde se formen las próximas mujeres que dirijan el país, mujeres que accedan a cargos de dirección política y social a gran escala, donde María no sea solo María, si no que además sea la próxima alcaldesa, donde Sandra sea la próxima Gobernadora, donde Tatiana sea la próxima Diputada y donde Laura sea la próxima Presidenta de Colombia y empecemos a cambiar con realidad y participación la cosmovisión de nuestro continente desde Colombia. Todas las mujeres tenemos capacidades valiosas que deben surgir y posicionarse. No es que seamos soñadoras es que las mujeres de hoy somos el semillero de las mujeres del mañana, esta es una lucha que no es de un solo día, es una lucha que no dura solo veinticuatro horas.
