El dilema de Adán, parece ser algo que los colombianos ya tenemos codificado en nuestro ADN y que para cada nueva situación de nuestro país, sale a relucir; ocho años parece ser una gran cantidad de tiempo, pero realmente para una nación de un poco más de dos siglos es muy poco y termina siendo aun menos tiempo, cuando pensamos en sanar heridas de seis generaciones.
Hace 8 años cuando el Presidente Juan Manuel Santos, firmó en el teatro Colón el acuerdo definitivo para la desmovilización de las FARC-EP y el inicio de un ciclo de Paz con este actor armado, idílicamente y como si fuéramos parte de ese realismo mágico de García Márquez, la nación colombiana pensó que un cúmulo de mariposas amarillas llevaría Paz y tranquilidad a todo a cada uno de los rincones del país, pero desgraciadamente no fue así.
Cómo lo plantea el teórico de la Paz, Johan Galtung, esto no sucedió en Colombia, en nuestro país, nos trasladamos inmediatamente a un concepto de Paz negativa, donde se finiquitó momentáneamente la confrontación armada con un actor violento, pero en sus vacíos de poder, reaparecieron nuevos actores o simplemente llegaron otros a suplir esa ausencia de poder, que cómo ha sido una constante en doscientos años, el Estado no pudo llenar; en territorios donde el gobierno pudo haber llegado con toda su institucionalidad y no solamente con fuerza armada, sino con educación, salud y justicia, el Estado prefirió llegar con vagas ayudas sociales, abriéndole la puerta para que el control territorial lo tomarán nuevamente otros grupos armados.
Lo cierto es que poco o nada pudo hacer el presidente Santos, para implementar una Paz positiva en el país, que permitiera la solución a los problemas estructurales que poseemos, cómo la seguridad, acceso a servicios públicos, sanitarios, justicia, entre otros, logrando que bajo el régimen del terror, grupos armados sean quienes controlen una parte importante del país; bajo la vigilancia del Presidente Duque, y con la consigna de su partido de “hacer trizas el acuerdo de Paz” se consolidaron las disidencias de las FARC, y paulatinamente germinó un proceso de fortalecimiento de los grupos al margen de la ley, aunque en defensa del exmandatario podemos decir que en materia de seguridad si bien los líderes sociales estaban sometidos ante los violentos, los municipios y demás ciudadanos podían sentirse seguros, pero la repetición de un conflicto armado y el temor de volver a los principios de milenio eran cada vez más fuertes.
Con la llegada del presidente Petro, el idilio de poder vivir sabroso en un Paz total, llenó de ilusión a propios y extraños, una juventud que no ha vivido realmente el conflicto creyó en esta ilusión, pero el mago lo volvió a hacer… este idilio de Paz y de ser una potencia mundial de vida y Paz, solo tardo unos meses para ser la promesa de campaña que más rápido ha fallado en la historia de un jefe de Estado Colombiano, en estos más de dos años, los cultivos ilícitos han aumentado al nivel de llegar a 253 mil hectáreas de coca cultivada (cifra que va al alza rápidamente desde 2021, año en el cual aún era Presidente Iván Duque), estas 253 mil hectáreas, son cinco veces más hectáreas cultivadas que lo teníamos en 2012 cuando tuvimos el menor número de hectáreas cultivadas (47.788 has).
La repetición de los secuestros, extorsiones, tomas guerrilleras y de municipios apoderados por los grupos al margen de la ley eran imágenes que no veíamos 20 años atrás, pero que gracias a la ineficiencia del Gobierno de Colombia, se ha vuelto el pan de cada día en la Colombia profunda, esa misma Colombia que creyó en un nuevo comienzo y cambio para sus territorios, pero que al igual que todos los gobiernos, siguieron siendo territorios olvidados y dejados a merced del crimen, en el Gobierno de Duque, sus más fervientes aliados, se prometieron hacer trizas el acuerdo de Paz, pero paradójicamente no son ellos quienes están acabando con el acuerdo, sino que es el gobierno que prometió cumplirlo, acatarlo y materializarlo, quien está acabando con él.
Aún queda tiempo y mucho que hacer por la paz del país y lograr esa paz positiva que todos deseamos para Colombia, pero son muchos los retos que el Gobierno y las Fuerzas Militares deben hacer, para que el país pueda vivir en una real Paz, con justicia social, acceso al Estado y goce efectivo de sus derechos humanos, pero esto no solo terminará siendo responsabilidad del gobierno de turno, sea quien sea, la persona que lidere el Estado, si no será la voluntad de aquellos que ven que en las actuaciones ilícitas una manera de ostentar poder, la Paz es un anhelo que como sociedad hemos buscado desde que nacimos como nación y es un sueño que aún los colombianos no logramos materializar, ojalá no pasen sesenta años más para poder cumplirlo.