Así como un museo Imaginario, Elsa Zambrano se reinventa el arte en sus propias cajas donde recoge, reinventa, recompone las historia del arte en sus pequeñas cajas que estarán en exposición en la galería de Beatriz Esguerra desde el próximo 19 de septiembre. En esas pequeñas cajas la artista reúne y complementa la imagen original y le agrega elementos del arte popular como postales, o con otras versiones complementarias y objetuales de la propuesta original de artista.
El francés-norteamericano Marcel Duchamp (1887- 1968) y el norteamericano Joseph Cornell (1903-1972), hicieron su revolución a principios del siglo pasado. Ellos fueron los pioneros en encasillar sus obras en un contexto que asilara a la obra de la realidad y ellas tuvieran en su vanguardia como acto surrealista donde estuviera en mente el manejo del espacio tal si fuera una instalación. Fueron coleccionistas de objetos que después relacionaban y los ponían en contexto.
Elsa Zambrano está cerca de Cornell, sin su mágica poesía porque fue un hombre genial que nació en Nueva York, que recolectaba del mundo pequeños recuerdos y los instalaba en un nuevo nivel de percepción. Como si lo perceptible y lo percibido exploraran un microcosmos donde todo estaba unido por relaciones sensibles y poéticas.
Elsa Zambrano solo se relaciona con obras de arte. Retoma por ejemplo al norteamericano Roy Lichtenstein que perteneció al movimiento Pop y que en febrero de 1962 hizo su revolución imaginaria con Jime Dime, Jasper Jones, Claes Oldemburg, Robert Rauschenberg, George Segal y Andy Warhol. El mundo de los objetos tenía otra voz menos convencional y más racionalmente crítica al mundo comercial. Los collages se volvieron más objetuales. El mundo del arte cambió de ruta. Lo que hoy son las instalaciones con sus mil explicaciones.
Elsa Zambrano busca continuar este concepto pero recreando el mundo pictórico con sus postales que son el recuento y sus objetos que son la lustración. Cada imagen tiene su eco en las cajitas. Cada objeto tiene su correspondiente soporte en un objeto encontrado o reproducido de manera que la vida se salga de lo pictórico a lo virtual. Cada artista tiene su nueva representación sin cambiar mucho el significado de la verdadera obra de arte porque así como es asida en la composición de sus objetos, es crítica de la vocación del coleccionista como acumulador. No como receptor de grandes obras sino como seres que consiguen guardar la sabiduría para sí mismos.
Ella recompone las imágenes. Singulariza la obra de arte y la reinterpreta en objeto para que todo quede amarrado a una sola expresión. Otra forma interesante de ver o aprender a ver la obra de arte en reproducción.