Obligación y quebranto en el DIH
Opinión

Obligación y quebranto en el DIH

Alerta o luz roja

Por:
abril 23, 2015
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Al paso de los días las inquietudes no cesan; la juventud inquiere respuestas de las que sin aventurar respuesta, no se puede sino dejar una aproximación; no es claro qué es lo que pasa en la mesa de diálogo o negociación de La Habana, si lo que allá sucede puede ser salpicado por lo que aquí acontece o sí, por el contrario, como suele decirse, lo que pasa en el día a día del conflicto, en nada debe afectar el comportamiento de la “mesa”, menos en las decisiones que allí se tomen o, se han de establecer; la muchachada escucha las noticias, en donde tampoco encuentran atendibles soluciones o respuestas; sí, señoras y señores, infinidad de análisis, pero sin respuesta total o, que satisfaga por el momento el instante que se vive; algunas veces se arriesga una respuesta, como se dice, en ‘perspectiva del momento’ (¿) o, que se encuentra en el juicio histórico; me gusta ésta, ¿pero la veremos? Sencillo. ¿No estamos en punto de convertirnos en víctimas del momento y, después, de las circunstancias y, hasta, esclavos del mismo momento histórico que, además, se torna en cíclico? Peligroso.

Un diálogo, ¿unas conversaciones en donde las partes conceden sin compromiso? ¿Y, eso cómo es? En palabras sencillas: se sientan, se reclaman, se da una agenda, se alarga en su recomposición, se presentan resultados circulares, que nada agregan, pues ‘nada está acordado, hasta que todo está acordado’; y así, así, se ofrecen avances hacia el desescalonamiento del conflicto, los unos (la subversión), un cese unilateral y ‘definitivo’ de las hostilidades; la gente aplaude, el Estado lo acepta y, lo que es de mayor importancia, la Fuerza Pública lo hace propio, es decir, confía, cree que ello es así, por lo que las operaciones pasarían, en tal caso, por obvias razones, a convertirse en ofensiva por parte del establecimiento.

Es un punto claro, un compromiso, pero más que eso, una ley para las ‘p’artes, entiéndase, quien así lo propone, rinde compromiso, debe dar cumplimiento a su propuesta y, así, obligación. Pasan los días, el compromiso se hace expectante, al mismo tiempo aceptable; y, ¿qué sucede? Que, salvo ruptura a la unidad de mando, que sería gravísimo, pues desdibuja a los enviados o plenipotenciarios en La Habana —además de hace inaplicable el Protocolo II de los Convenios de Ginebra que lo señala como un requisito necesario, suceden hechos lamentables, execrables, cruentos: los del Cauca.

Según se afirma, muchas las razones, desde fallas de estrategia militar, o un mero ataque al regimiento —que es lo más aproximado—, hasta presión de la subversión para alcanzar una tregua bilateral. Por lo que sea, lo cierto es que no se predica en este caso, un ataque a la población civil o a persona protegida, pues los miembros de la fuerza pública no lo son; sin embargo, lo que sí existe, sin duda, es no un mero incumplimiento a lo acordado, así sea oferta unilateral, pues se repite, es ley para las ‘p’artes, sino un crimen de guerra, en la categoría de lo que se puede catalogar como ‘perfidia’; la perfidia, como comúnmente se la conoce, consiste en ‘(Del lat. perfidĭa). 1. f. Deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida’; por supuesto, es una deslealtad, una falta a la buena fe atendible; ello es lo grave, resaltamos; otros, más benévolos, afirman que se trata de un caso de abuso a las condiciones de inferioridad: no lo creemos, pues como se relatan los hechos, más sería un evento de falla del servicio y protección; de esa manera, impensable la inferioridad, pues, ¿cómo predicar una inferioridad, que en potencia  tiene la fuerza de las armas, la posición de riesgo, la vigilancia debida?, ¿es igual? Improbable.

Lo cierto es que, en sumatoria de lo ocurrido, tal vez como moraleja, estamos tan cerca a un acuerdo, como tan lejos de la paz; un acuerdo, como se observa, ni es tan fácil ni tan rápido como se desea; pero lo que sí es evidente, es que existen más tropiezos que momentos de remanso, máxime cuando a todas luces se dio, por los hechos, un incumplimiento a lo acordado; no un desencuentro: alerta la heredad, que no pasemos a la luz roja de imposibilidad.

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