Mientras que una niña se arrodillaba frente al confesionario y angustiada le contaba sus pecados al entonces obispo de Envigado éste, distraído, no interrumpía la conversación que tenía con alguien por su celular. Detrás de la niña se agolpaba la fila de creyentes que cada viernes asistía a la parroquia Juana de Arco. Una de las señoras que esperaba pacientemente por su confesión se acercó al Obispo y le dijo que respetara a los creyentes que buscaban el perdón de sus pecados. La única respuesta que recibió del prelado fue una pregunta que repetía con insistencia: “¿de dónde es usted?” la señora no respondió, solo volvió a sentarse en el banco a refunfuñar con rabia. El obispo, como si nada hubiera pasado, siguió con su conversación y le dijo a la niña que si quería esperara, sino que se largara.
Era el 16 de diciembre del 2016. Las familias de Envigado, un municipio con una fuerte tradición católica se preparaba para una de sus fechas mas esperadas: la primera comunión de buena parte de los niño0s del municipio. La parroquia Juana de Arco no daba abasto con la preparación de los niños. El obispo Tal, se caracterizaba por sus homilías cortas –apenas duraban 15 minutos- y por las groserías que decía en sus sermones. Despreciaba a los creyentes que iban desde lugares tan humildes como los habitantes del barrio Belén Rincón de la Comuna 16. Priorizaba a los feligreses que iban a su parroquia de los encopetados barrios del sur de la ciudad como el Poblado, la Loma de los Bernal y la Mota. Según las personas que frecuentaban su iglesia, es clasista.
Después del escándalo que se generó en redes sociales y llegó hasta Tele Antioquia sobre su comportamiento confesando sus fieles, el obispo fue removido de su parroquia y reubicado en otro lugar. ¿Cuántos de estos escándalos oculta la iglesia? ¡Cuantos casos màs graves, como de pederastía no son denunciados porque la gente piensa que un obispo es una reliquia sagrada? Al menos, en este caso, la verdad salió a flote.