La principal conclusión del más reciente estudio ACTION IO (Awareness, Care & Treatment In Obesity Management an International Observation), presentado durante el pasado Congreso Europeo de Obesidad en Escocia, es clara y prende las alarmas: aunque los profesionales de la salud consideran a la obesidad como una enfermedad, un porcentaje mayoritario de médicos no le dan prioridad a su diagnóstico y mucho menos a su tratamiento. Quizá porque el 71 % de los especialistas encuestados considera que los pacientes no están interesados en perder peso. Una realidad que no es ajena a nuestro país.
Este es el retador panorama al que nos estamos enfrentando en el mundo. La Federación Mundial de la Obesidad asume la posición de que esta es una enfermedad crónica, progresiva y recidivante, es decir, que tiende a reaparecer después de un periodo de curación. Además enfatiza la necesidad de acción inmediata para la prevención y control de esta epidemia global, que en Colombia se evidencia con el 37,7 % de la población que sufre de sobrepeso y el 18,7 % que tiene obesidad. Es decir 56,4% de los colombianos padecen de exceso de peso.
La obesidad se asocia directamente con diversos estados patológicos como son: enfermedad cardiovascular coronaria, en la que contribuye hasta con el 24% de la cardiopatía isquémica coronaria, hipertensión arterial, aumento de lípidos en sangre y falla cardíaca. Adicionalmente es considerada causa directa de diferentes tipos de cáncer, enfermedades respiratorias como es la apnea del sueño, hígado graso no alcohólico, diabetes, en la que aporta el 44% de los casos de esta condición, y cambios en el estado de ánimo, principalmente, depresión.
Mientras se mantengan en silencio y no se vea la obesidad y el sobrepeso como enfermedad, todos los esfuerzos por prevenirlas o tratarlas seguirán fracasando. Por eso, el primer paso es entender por qué se está presentando esta situación. Si bien la mayoría de los casos de sobrepeso y obesidad se generan por un desbalance entre el consumo y el gasto calórico, además de otros factores clínicos que hacen muy difícil perder peso y mantenerlo a largo plazo, también entran en juego causas emocionales, sociales o económicas que son determinantes para el desarrollo de la patología.
Para salir victoriosos de esta lucha contra la llamada epidemia del siglo XXI, es necesario que como sociedad demos un giro rotundo y cambiemos el chip. ¿Por qué nadie se atreve a burlarse de un paciente con otra enfermedad, pero hay bromas constantes cuando el paciente “está gordo”? ¿Por qué nadie opina sobre el aspecto de un paciente con enfermedad cardíaca y sí lo hacen sobre el de alguien con obesidad? Todas son enfermedades crónicas, de larga duración y progresión lenta, y todas, según la Organización Mundial de la Salud, hacen parte del top de las principales causas de mortandad en el mundo.
Cuando dejemos de culpar al paciente con obesidad por su enfermedad —porque comió mucho, no tuvo voluntad, se lo buscó por no hacer ejercicio — podremos hacer un control más efectivo de ella y acompañar al que la padece en el tratamiento a largo plazo. Cuando un paciente se siente juzgado, probablemente no buscará ayuda y dejará avanzar su condición hasta la complicación de otras condiciones ya mencionadas. Para llegar a este escenario es fundamental que el profesional de la salud cuente con la educación y los protocolos adecuados para que el paciente sienta la confianza de consultar y así tener un mejor tratamiento.
Si como ciudadanos estamos mejor informados de la obesidad como enfermedad, sus causas y, sobre todo, sus consecuencias, podemos exigir la implementación de políticas públicas que le pongan freno al avance de esta epidemia que desangra las finanzas de nuestro sistema de salud. Según un estudio que realizó el epidemiólogo Jaime Ordóñez, líder de True Consulting, sobre el impacto económico que genera la obesidad en Colombia y sus comorbilidades, es decir, enfermedades que se derivan de ella como por ejemplo, la diabetes o la enfermedad isquémica cardíaca (EIC), esta patología genera 1,8 millones de pacientes que le cuestan a la salud en Colombia alrededor de 5,7 billones de pesos (14,1% del total de recursos del sistema de salud en Colombia, incluyendo todas las fuentes).
Desde el momento en el que una persona tiene conciencia de una enfermedad acude a una consulta y sigue los lineamientos de un tratamiento que le pueden mejorar la calidad de vida y hasta salvársela. Por eso, la premisa es: la obesidad es una enfermedad y como tal requiere de intervención. Este es el punto de inflexión entre seguir tratando superficialmente esta patología con medidas preventivas que no van más allá de un folleto con información sobre el control del peso, y toda una estrategia de política pública dirigida a frenar la progresión del sobrepeso y la obesidad, condiciones que ya padece más de la mitad de la población colombiana.