Realmente es alarmante el resultado de la Encuesta Nacional de Salud Nutricional publicada recientemente. Los resultados son mayores a lo esperado. La obesidad es simplemente la resultante de un aumento de la ingesta de calorías y una inadecuada manera de “quemarlas”. Es decir, la consecuencia de comer insanamente (no nutrirse) y no moverse. Usualmente el sobrepeso y la obesidad van de la mano con el sedentarismo (salvo casos de enfermedades metabólicas como el hipotiroidismo).
Ese exceso de calorías se adquiere en gran parte por el consumo exagerado de grasas y fritos (sobre todo si son de origen animal), y de carbohidratos o de harinas. Las grasas de origen animal son grasas saturadas y de difícil metabolismo, tendiendo a acumularse en todo el organismo, pero más evidente en el abdomen. Esta es la grasa realmente mala porque es la que se oxida y genera inflamación en las arterias, iniciándose el proceso de aterosclerosis o sea la formación de placas de colesterol en la pared de las arterias que finalmente llevan al infarto del corazón. Pero además, las grasas o aceites “re-fritos”, o sea reutilizados, generan las grasas trans, que son además tóxicas.
Entonces, aceite usado, aceite botado. Y otra fuente de calorías que lleva a la obesidad es el consumo de muchas harinas (arroz, papa, yuca, etc.), y peor si además son fritas o cuando se comen en conjunto. Es decir, debemos comer tan solo una porción de harina en cada comida, y no azúcar ni bebidas azucaradas. Finalmente: si tenemos un perímetro abdominal o “barriga” de más de 90 centímetros en hombres o 80 centímetros en las mujeres, estamos con exceso de calorías y con un alto riesgo para hipertensión arterial, diabetes, infarto, “derrame cerebral” o falla renal. Todo esto es la ignorancia que mata.