Quisiera que Sergio Fajardo se crezca y clasifique a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Y gane. Suena un poco irreal, pero considero que es posible.
Temo, desde luego, que a la segunda vuelta clasifiquen Petro y Fico y que ciudadanos como yo, de centro, nos quedemos sin opciones. Que repitamos, como en el eterno retorno, en la segunda vuelta, la disyuntiva entre “el que dijo Uribe” y Petro. Por eso, por pertenecer al centro, sueño aún con que Sergio Fajardo, pese a la maltrecha clasificación en la Coalición de la Esperanza, sea el candidato que compita en segunda vuelta con Gustavo Petro. Y gane.
Grave que Fico, nueva reencarnación de Uribe, represente una parte importante del establecimiento con agenda sin vigencia. Anticomunismo rabioso, absurdo, incapacidad de conciliación, regreso a la época anterior al proceso de paz. Agenda caduca, sin ánimo de conciliación entre hermanos colombianos. Y, para rematar, del lado de la balanza que cuestiona los resultados de las elecciones para Congreso en los que, con toda claridad, la ciudadanía, especialmente la joven, clama por cambios profundos. El desconocimiento de los resultados de las elecciones por parte del gran timonel del Ubérrimo, hasta ahora no desautorizado por Fico, da una señal de alerta sobre su capacidad de pensamiento medianamente independiente. Me parece siniestro que Colombia, hasta el 2026, sea gobernada por un tipo pusilánime.
Resulta increíble: en un mundo que está cambiando de manera acelerada tanto por la revolución tecnológica, el cambio climático, como por los enormes desafíos en los ámbitos de la educación y del empleo y las nuevas realidades de los mercados laborales, la agenda de la derecha siga anclada en las broncas del pasado, en esa pulsión de eliminar, física o virtualmente, al diferente, perdiendo el tiempo en vez de encarar lo que el futuro ya nos prescribe.
Por el lado de Petro, las cosas son, también, complejas. Senador valiente, que puso sobre el tapete la relación entre política y paramilitarismo, incluyendo el rol de la casa Uribe. Millones de jóvenes en las áreas metropolitanas, que no se sienten respaldados por las políticas públicas, con enormes dificultades en el acceso al sistema educativo y a los mercados laborales, han votado por el Pacto Histórico. No reconocerlo sería un acto de ceguera.
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Pese a la validez política de que millones claman por un cambio de agenda pública, Petro es un individuo limitado por la personalidad del mismo Petro
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Sin embargo, pese a la validez política del hecho de que millones que claman por un cambio de agenda pública, Petro es un individuo limitado por la personalidad del mismo Petro. El perfil de Petro elaborado por la Silla Vacía, traído a colación por María Teresa Ronderos en El Espectador, pone sobre la mesa la realidad de un individuo incapaz de armar equipos, una persona con delirio de persecución, con agendas propias de grandeza, napoleónica, presto a destrozar a sus colaboradores en función de sus sueños de grandeza. Los ejemplos de su alcaldía son suficientemente ilustrativos. En mi caso personal, votaría sin reparos por Antonio Navarro, un excelente alcalde y gobernador. La gestión de Petro como alcalde, qué pena, fue más que deficiente.
Creo en Fajardo. Por su capacidad de conciliación, de gobernar para todos, incluyendo los sectores que Petro y Fico representan. Fajardo es un tipo que demostró, con creces, su capacidad de buen gobierno tanto en la alcaldía de Medellín como en la gobernación de Antioquia. Tiene claro el papel de la educación como motor principal de equidad y desarrollo.
Es obvio: Sergio Fajardo tiene que demostrar que está la altura del desafío histórico. Que asume la defensa de la democracia, la diversidad, la paz, de comprende los desafíos para niños y jóvenes en las nuevas realidades en los ámbitos de la educación y el mundo laboral, retos de la sociedad colombiana. Que gobernará para todos.