A raíz del fenómeno político en el que se ha convertido Gustavo Petro, a dos semanas de las elecciones presidenciales, muchos analistas están dando sus interpretaciones sobre la intención de voto en las encuestas, las manifestaciones masivas en las plazas públicas y de su liderazgo en las redes sociales, todo desde una posición sesgada que favorece a los candidatos del establecimiento.
En efecto, el informe que presenta una revista semanal —especie de reality para entusiasmar a la audiencia con la competencia de ver cuáles serán los dos que pasarán a la segunda vuelta— es una variedad de un periodismo genuflexo que no profundiza en la causa de los problemas sino que se queda en preguntas bobaliconas para engatusar a los incautos y favorecer a los poderosos.
El columnista presenta opiniones que desdicen de la objetividad, la independencia y la ética necesarias para explicar el fenómeno sin caer en la repetición ramplona y acomodaticia, haciendo gala de un periodismo amarillento que en vez de apostarle a la construcción de la paz; lo que hace es echarle gasolina al incendio de una polarización que nos está llevando a la barbarie.
Asegura que “nunca antes una alternativa de izquierda con rasgos tan populistas había llegado tan lejos”, confundiendo las propuestas programáticas de la Colombia Humana con los rasgos populistas y demagógicos de los candidatos del sistema que se pudre en la corrupción política, judicial, y parlamentaria, con un cinismo desvergonzado y falaz.
Sería bueno acudir al diccionario para aclarar el contenido de la palabra populismo, moneda que pasa de mano en mano como cualquier ramera de la política colombiana, con la cual se arropan los gacetilleros de pacotilla para esconder sus miserias éticas, políticas e ideológicas.
“El éxito de Petro se debe a que se apoderó de la bandera de la antipolítica”, como si no fueran las propuestas del candidato banderas políticas de fondo para salir de la crisis en que se está consumiendo el país; la gente tiene rabia contra la corrupción, el desempleo, los salarios de hambre, la miseria, la pobreza, la injusticia, la violencia, la inseguridad y el deterioro ambiental. El candidato de la Colombia Humana tiene las propuestas y las herramientas para comenzar a desmontar el establecimiento político, económico, financiero y mediático, que tiene al país condenado al atraso, la violencia y la desesperanza.
La corrupción, el cambio climático, las energías limpias, la igualdad de oportunidades, la educación gratuita, la lucha contra los latifundios improductivos, la necesidad de una reforma rural integral, el catastro multipropósito, la formalización de la propiedad rural, las zonas de reservas campesinas, la reforma tributaria realmente estructural y progresiva, la reindustrialización del país, la reforma de la justicia, la reforma electoral… todas estas reformas siempre aplazadas se le antojan “populismo moderno”, precisamente porque van en contravía del desarrollismo del capitalismo neoliberal.
“Sus promesas son mucho más efectivas que viables”, como si alguna vez en la historia de este país las necesidades de la canasta familiar de los pobres y de las grandes mayorías hubieran sido viables para la clase dominante.
El candidato de la Colombia Humana se ha abierto paso en los sectores de izquierda y, aunque el Polo de Robledo y el Verde de Claudia López están con Fajardo, y Clara López esté con De la Calle, está claro que muchos integrantes de sus bases y cuatro senadores del Polo Democrático están con el proyecto de Colombia Humana, con la perspectiva de que para la segunda vuelta se consolide el movimiento como expresión de la inconformidad de amplios sectores populares, que ven la posibilidad real de empezar a construir la paz democrática desde un gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo, que es en esencia, la almendra democrática que necesita el país.
Sectores del Partido Liberal ven con agrado cómo resurgen de las cenizas de Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán Sarmiento con los discursos de Gustavo Petro tocando franjas muy amplias en la Costa, el Tolima, y Bogotá, que, con mucha posibilidad, engrosarán el movimiento para la segunda vuelta presidencial.
Además tiene buena acogida en amplios sectores de jóvenes universitarios que, no sería raro, podrían celebrar los cincuenta años de la protesta de Mayo del 68 en Francia, con una caudalosa votación en Colombia. Con razón cunde el pánico en los dueños de este país.
Sin embargo, no todo es color de rosa. No podemos olvidar el carácter violento de la clase dominante, ni la nueva estrategia del imperialismo norteamericano con su novedoso adalid en la Casa Blanca, y además la experiencia de Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá, que sigue siendo ejemplo para el estudio del comportamiento violento del establecimiento político, económico y mediático contra cualquier intento de reforma del sistema dominante.
Por eso con las propuestas del candidato hay que conformar un movimiento democrático muy amplio, que permita tener el margen de maniobra para enfrentar los "chicharrones” que se avecinan con unas mayorías parlamentarias a favor del mandato neoliberal, con el sabotaje económico de los grandes terratenientes, con el bloqueo mediático de la gran prensa, y con el terrorismo del gobierno de Donald Trump.
Entonces, ¿cómo llevar a cabo las grandes reformas a favor de las mayorías populares? Pues no queda otro camino que la conformación de un gran movimiento ciudadano de masas, que cambie la correlación de fuerzas para crear las condiciones de una Asamblea Nacional Constituyente de raigambre popular, que espante el miedo al “vacío y a la incertidumbre” creados por los medios de comunicación.
La violencia en Buenaventura, Tumaco, Putumayo, Catatumbo, Urabá, Chocó y en el Bajo Cauca Antioqueño es la violencia de los grandes narcotraficantes, que no se va acabar hasta que no se realice una reforma rural integral, precisamente uno de los puntos centrales en el programa democrático de la Colombia Humana.
La verdad es que a pesar de tantos sentimientos encontrados sobre la crisis nacional, nunca antes la izquierda colombiana había estado tan cerca del poder.