Nuevos tiempos para nuevas luchas: medio ambiente, mujeres y diversidad sexual

Nuevos tiempos para nuevas luchas: medio ambiente, mujeres y diversidad sexual

Además de los movimientos sindicales, agrarios, de Derechos Humanos y estudiantil, hoy tenemos nuevos movimientos con asuntos agravados por el modelo neoliberal

Por: Horacio Duque
enero 21, 2022
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Nuevos tiempos para nuevas luchas: medio ambiente, mujeres y diversidad sexual
Foto: Pixabay

Durante casi 170 años el campo político colombiano estuvo bajo el control de los partidos políticos y las maquinarias electorales, hoy observamos una mayor preponderancia de los movimientos y las revueltas populares y sociales.

Desde 1848 hasta finales del siglo XX, la forma partido y las maquinarias electorales asociadas a los mismos dominaron la superestructura política de la formación social nacional (Estado, gobierno y régimen político).

Los partidos conservador y liberal construyeron identidades políticas asociadas con su retórica, símbolos y aparatos de captura de amplias masas ciudadanas, especialmente durante las guerras civiles (78 en total), los procesos electorales y los ejercicios de poder como se dieron durante el radicalismo liberal (1856-1880), la hegemonía conservadora, con sus intervalos republicanos (1886-1930), los gobiernos liberales de izquierda (1931-1946), la violencia chulavita conservadora con dictadura militar (1948-1958), el Frente Nacional bipartidista (1958-1974), el post Frente Nacional (1974-2002), el uribato neonazi (2002-2010), la mascarada santista liberal (2020-2018) y el gobierno subalterno neonazi de Duque (2018-2022).

Hoy tales partidos han perdido espacio en el campo político y en la cultura política de la multitud, incluso en su versión maquillada del Centro Democrático, la U, los movimientos cristianos ultraconservadoras y los restos del anacrónico partido conservador del latifundio feudal violento.

Desde los primeros años del siglo XXI se han organizado nuevas entidades políticas como el Polo Democrático y otras corrientes electorales, pero el fenómeno social y político más protuberante ha sido la emergencia de la protesta y movilización social con distintos ciclos.

Los movimientos estudiantiles universitarios como el de la Mane es uno de ellos con un protagonismo muy fuerte en el 2011; el movimiento agrario del 2013 fue otra protesta de gran trascendencia que tensionó toda la estructura del estado oligárquico tradicional; después serán las movilizaciones por la paz (2016) hasta llegar a uno de los ciclos más vigorosos de la movilización popular como la que se dio desde el 2019, con las protestas del 2020 hasta llegar al estallido, huelga, levantamiento y revuelta de abril del 2021 que estableció un hito histórico en el devenir de la nación y la sociedad.

Hoy Colombia se mueve en clave de movimientos sociales cabalmente reflejados en el Pacto Histórico, que se ha convertido en el referente de una nueva cultura política democrática.

Mi conjetura es que los viejos y los “nuevos” partidos políticos dejaron de ser relevantes, conservando solo sus corruptas maquinarias electorales movilizadas con el soborno y las migajas que circulan desde las grandes contrataciones gestionadas por los operadores del uribismo, el neoliberalismo y el conservatismo terrateniente neoparamilitar.

Lo que sigue es caracterizar adecuadamente los potenciales de esos nuevos movimientos sociopolíticos. No estoy sugiriendo que los movimientos sociales y sus traducciones político electorales sean la salvación o la garantía absoluta de cambios sustantivos del modelo neoliberal y del régimen antidemocrático y violento que impera en el estado y sus instituciones.

O mejor, eso está por verse dada las amplias posibilidades que plantea la movilización jalonada por el Pacto Histórico, sus listas al Parlamento y sus candidatos presidenciales.

Petro tiene un planteamiento programático adecuado a las demandas y correlaciones de fuerza existentes, pero con la consolidación de los polos contendientes (tanto en la primera como en la segunda ronda para escoger presidente), se podrán determinar las posibilidades de avanzar en cambios de gran calado que erradiquen los factores generadores de la pobreza, la inequidad, la violencia militar/parapolicial, la concentración de la propiedad agraria, la especulación financiera, el monopolio empresarial, la corrupción burocrática y la manipulación mediática con los avances de la tecnología.

No sugiero endiosar los movimientos sociales, ciertamente estos son un gran acumulado que debe ser activado como un sujeto histórico que promueva los cambios que requiere Colombia.

Desafortunadamente en otros países los movimientos sociales terminan siendo capturados y cooptados por las nuevas roscas oligárquicas que temen y bloquean los procesos reformistas con miradas puestas en recomposiciones socialistas que hagan valer los derechos humanos fundamentales de las mayorías sociales del Estado.

Los movimientos sociales colombianos no son un bloque homogéneo. Se trata de ordenamientos sociales y políticos horizontales, concentrados en los territorios y con sus propias dinámicas, con sus especificidades programáticas y con sus hojas de ruta diversas construidas en el mundo de las asambleas comunales.

Hoy, además de los movimientos sociales históricos como el sindical, el agrario, el de los derechos humanos democráticos y el estudiantil, tenemos los denominados nuevos movimientos sociales desatados con las problemáticas sociales agravadas por el modelo neoliberal.

Me refiero a los movimientos ambientales, las luchas de las mujeres, las movilizaciones étnicas y las de la diversidad sexual.
Esta expresiones de la sociedad son las que están incidiendo en el contenido de la transición política que se está dando con hechos muy evidentes en la actual coyuntura electoral.

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