Antes de los escándalos de Ricaurte, Malo, Tarquino y Bustos ¿cuántos nombres de magistrados de la Honorable Corte Suprema de Justicia conocías? Son 23. ¿Cuántos nombres de Consejeros de Estado recuerdas? Son 31. Los de la Corte Constitucional son solo 9, pero me atrevo a decir que un porcentaje significativo de personas recuerda únicamente al tristemente célebre Jorge Pretelt Chaljub (suspendido y acusado). Finalmente, ¿cuántos miembros de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes (encargada de investigar y acusar al Presidente de la República, al Fiscal General y a los magistrados de todas las altas cortes mencionadas arriba) conoces? Son 15 hps (honorables parlamentarios).
Salvo en momentos de crisis o de escándalo, la justicia y sus operadores han sido invisibles para la gran mayoría de los colombianos. Esto no es malo per se pues, como lo he dicho en esta misma columna varias veces, los jueces y magistrados no son ni deben ser populares o famosos (como Paris Hilton o Shakira, por ejemplo) o siquiera líderes de opinión (influencers dirían los millennials). La labor de la justicia requiere silencio, estudio, concentración, constatación y, en fin, procesos reflexivos y deductivos, integrales y consistentes. Los micrófonos y los medios, hambrientos de chivas y primicias (de no más de 30 segundos y 150 palabras), no son necesariamente buenos amigos de la justicia y sus operadores.
No obstante lo anterior, es importante que los colombianos hagamos el esfuerzo por conocer quiénes son, qué han hecho, cuáles son sus posturas y cómo se eligen los servidores públicos encargados de aplicar la ley, sentar precedentes y, en general, hacer justicia. Los jueces, finalmente, más allá de la venda que “asegura” la imparcialidad, son seres humanos con historias personales y familiares que estudiaron en colegios y universidades, que vivieron y viven en contextos sociales e históricos concretos y que tienen legítimas aspiraciones personales y profesionales.
La reciente elección de los miembros de la Justicia Especial para la Paz nos permite reflexionar sobre varios de estos temas, pues no solo marca un momento crucial para el proceso, la justicia transicional y la construcción de paz, sino que concuerda con la más profunda crisis de la Rama Judicial de nuestra historia reciente que, más temprano que tarde, desembocará en una reforma profunda.
51 miembros elegidos por una comisión de representantes del secretario general de la ONU, el Consejo Europeo de DD. HH. , Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, el Centro Internacional para la Justicia Transicional y la Comisión de Sistema Universitario del Estado por medio de un proceso abierto de postulación (se presentaron más de 2500 personas), con mínimos de experiencia, con la posibilidad de escrutinio público y con extensas entrevistas personales. El resultado de este proceso es realmente interesante y nos da luces para las discusiones sobre la justicia que se vienen. 28 de los magistrados son magistradas (¡enhorabuena!), 8 indígenas o afros (conocieron muy de cerca el conflicto y sus actores), 27 académicos, 26 con experiencia en la Rama Judicial y 26 son abogados no penalistas (oxigenan y amplían concepto de justicia). 3 magistrados han sido jueces penales militares o han tenido en sus manos la defensa técnica de las fuerzas armadas y 5 han trabajado temas de DD. HH. desde organizaciones que se denominan y autodenominan de izquierda. Un tribunal plural, sin duda.
Una vez se comunicó la lista de elegidos cayeron rayos
desde las Farc, el Centro Democrático y otros tantos.
Que jamás los militares. Que nunca los mamertos aliados de terroristas
Una vez se comunicó la lista final de elegidos cayeron rayos desde las Farc, el Centro Democrático y otros tantos. Que jamás los militares. Que nunca los mamertos agresivos aliados de terroristas. Casi de inmediato salieron a flote los tuits, los escritos y los discursos, donde algunos nuevos magistrados expresaban posiciones a favor o en contra de diferentes actores, calificaban acciones o emitían juicios condenatorios sobre individuos u organizaciones.
Bienvenido el escrutinio profundo de los nuevos magistrados y de todas sus decisiones. Algunos tendrán que declararse impedidos en casos concretos de cuenta de sus intervenciones anteriores. Si no lo hacen, no faltará quienes los recusen. Los ojos de académicos, periodistas, políticos, excombatientes, apoderados, ciudadanos en general y, cómo no, de la Corte Penal Internacional estarán sobre ellos. Cada decisión será ponderada con paciencia y profundidad y de cada una de ellas dependerá la legitimidad del Tribunal y el éxito de la construcción de paz.
Algunos profetas del desastre vaticinan ya el fracaso del Tribunal. Son los mismos que han convivido cómodamente con los intolerables niveles de impunidad de nuestro sistema durante todos estos años, pero recientemente han “descubierto” las banderas de la justicia (retributiva y carcelaria).
Es nuestro deber conocer bien estas 51 personas quienes asumen tan grande responsabilidad. Debemos mantener la atención sobre todas sus actuaciones y asegurarnos que la búsqueda de la verdad acompañe cada una de sus decisiones, pues de ello depende que conozcamos lo que sucedió durante este largo y doloroso conflicto; que se repare efectivamente a las víctimas; que se condene a limitación efectiva de la libertad a los responsables de delitos graves cometidos en esos años y, finalmente, la posibilidad de construir y sostener una paz estable y duradera. Ojalá las magistradas y magistrados sean verdaderos protagonistas de un nuevo país.
