Tanto los círculos del infierno como las cámaras del nuevo Congreso de la República de Colombia, instaurado el pasado 20 de julio de 2022, se encuentran llenos de “buenas ideas”, de buenas intenciones. Catherine Juvinao (hoy representante electa por la Alianza Verde) a confirmado para la WRadio, que, propondrá una nueva bancada anticorrupción en el Congreso precedido por Roy Barreras. (El lobo nos observa mientras sostiene las cámaras, al igual que observará sonriendo a Caperucita Roja, ansioso de devorarla; para algunas culturas no muy lejanas a la nuestra, las fotografías dependiendo de quién las tomara, podrían robarnos el alma).
La representante a la cámara, en un derroche de originalidad sin precedentes, ha tenido la idea de proponer una nueva bancada, una “bancada anticorrupción [que], inicialmente esto entraría como una comisión accidental, así como lo es hoy la comisión de paz, y tendría vocación de volverse más adelante en una comisión legal”. Pero Juvinao no para ahí con el deja vu o error en la Matrix, porque “en la Cámara hay una renovación importante, el promedio de edad de los representantes a la Cámara ahora es de más o menos 35 años, entonces hay mucha gente joven que llega con un brío de lucha contra la corrupción”. Es una verdadera lastima que, la última vez que importó tanto la edad en el Congreso, fue elegido un presidente que se teñía el cabello de blanco, para fingir usufructuar la experiencia de quien le había recomendado.
Los rostros de esas buenas ideas, las máscaras esculpidas por esas buenas intenciones, no tienen necesidad de ningún fuego originario o la certeza de un brío, porque el infierno son los otros —bien lo ha sugerido Sartre en la obra de teatro: A puerta cerrada—. Y las llamas eligen y son elegidas. Las llamas, no son creadas ni destruidas, tan solo se transforman: viven el uso y el abuso de un discurso político que arde ya pasado; el uso y el abuso de un discurso político que nos quema, sin mayores resultados.
Cuatro (4) años atrás, en las vísperas de una harto olvidable Consulta Popular Anticorrupción, convocada por Claudia Lopez (hoy alcaldesa de Bogotá) y Angélica Lozano (hoy senadora), en representación de la Alianza Verde, nadie hubiera soñado con la miopía o la complicidad de Ingrid Betancourt, mucho menos el inadvertido “Petro sabe lo que les acabo de decir, sabe lo que el Partido Verde hizo por su campaña […] somos artífices de parte del triunfo del presidente” de la propia Juvinao exigiendo la presidencia de la cámara de representantes para Katherine Miranda, en su entrevista del 19 de julio para la WRadio. Inadvertido, claro se encuentra, para todos menos para esa rara avis del clientelismo que pueden ser los políticos profesionales.
El autodenominado centro político remeda una vez más a la derecha en el primer gobierno de izquierda de nuestra historia; autodenominado, como no han parado de saber autodenominarse de centro los demagogos y populistas, desde que el aún presidente en funciones Iván Duque Marquez diera el ejemplo, al cobijarse en la centro derecha tras haber ganado sus respectivas elecciones.
Dicho de una mejor manera, el Partido Verde haciendo gala de lo peor de la política históricamente dominante: el clientelismo, ha buscado imponerse al cambio de un Pacto Histórico que no solamente contempla fuerzas emergentes por la paz u otras derechas e izquierdas, habiendo buscado que se le garantizara una presidencia, más por un favor o una deuda electoral que por méritos.
Bien reza el refrán que, si no puedes con tu enemigo, únete a él, y, el centro lejos de haber perseverado en el ser de sus diferencias en el espectro, parece haberlas profesionalizado con la marca registrada de la corruptela.