Con gran agudeza Víctor Sánchez, un diseñador colombiano residente en España, quien se llama a si mismo Uno Más, sintetiza en su grafismo un estado de animo universal: la admiración que se troca en indignación. Es el símbolo del desencanto de nuestro tiempo. Nuestros ídolos y símbolos venerados se encargan tarde o temprano de demostrarnos que nuestras ilusiones son efímeras. La ilusión de que la democracia llegara algún día con sus pretendidas bondades y beneficios, se trasformó en indignación colectiva, indignación que pese a su fuerza no logró constituirse en una acción colectiva transformadora, no pasó más allá de un espasmo colectivo mediático, una confesión de impotencia.
La admiración por los avances de la ciencia médica se ha transformado en una gran indignación ante el espectáculo de las grandes potencias diseñando toda suerte de escudos y barreras para proteger a su territorio de la llegada del Ebola, mientras miles de africanos mueren víctimas de la pavorosa enfermedad ante la indolencia de la ciencia de occidente para encontrar una solución.
La paz es una ilusión que abrigamos todos los colombianos. Despiertan nuestra admiración que gobierno e insurgencia se hayan propuesto luchar por ella, pero también se puede trocar en una gran indignación, y por supuesto una gran desilusión, si la paz se convierte en campo de disputas caudillistas, en una mera cuestión de cálculo político, en una celada del uno contra el otro, en una hoja de parra para ocultar la inequidad, la desigualdad y el mal gobierno, en mero cálculo electoral, en una cruzada del autoritarismo, en diplomacia secreta que provoca desconfianzas, en un abuso de la generosidad y esperanza en la paz.