Dos incidentes de la última semana deberían producir nuevas inquietudes respecto a la estrategia del Gobierno de intentar crear una falsa situación a través de la divulgación sistemática de mentiras a medias y desinformación.
Una la del Twitter del presidente dando las ‘buenas noticias’ a los colombianos de que, según él, la inflación estaba cediendo en su crecimiento. Este supuesto se basaba en que en el mes anterior había aumentado 1,28 % y en marzo 0,94 %.
Eso equivale a decir que si en un determinado día matan menos personas que el día anterior eso quisiera decir que la tendencia de la tasa de homicidios está disminuyendo. Al igual que esa tasa no se mide comparando un día con el siguiente sino en los promedios de determinados periodos (un año), la comparación de la inflación se hace con el acumulado del año equivalente, con el del año corrido, con el del trimestre equivalente, y, el más apropiado, con el del mismo mes del año o de los años anteriores.
Y lo que tenemos es que el que corresponde a marzo de este año, es decir al que el presidente se refiere como buena noticia, es peor que el que corresponde al año anterior, al año corrido, al mismo trimestre del año anterior, y al mismo mes del 2015. Y lo que es peor, que en el trimestre va más de lo proyectado para el año completo, que es el peor de los últimos 15 años, y el de más deterioro entre esos dos meses.
La forma en que se divulga la inflación y el propósito de engañar a los colombianos,
es una mentira más burda y sobre todo más grave
que la de Peñalosa y su doctorado
Por la forma en que se divulga y el propósito de engañar a los colombianos, es una mentira más burda es una mentira más burda que la del descuento o premio por disminuir el consumo de energía y por supuesto más grave que la de Peñalosa y su doctorado. Por eso hasta los analistas y/o sectores que apoyan al gobierno (y aunque con demasiada discreción) tuvieron que llamar la atención respecto a que esta apreciación no correspondía a la realidad.
El otro caso fue una entrevista en Caracol medianoche con una de las víctimas reconocidas como tal en el proceso de reparación a las víctimas del conflicto, la cual mencionaba que mientras a ella se le asignaban un estipendio de $60.000 al mes (y a veces no le cumplían) a los desmovilizados les pagaban $1.800.000 mensuales. Y que pesan más los desmovilizados que serán del orden de 1500 que las víctimas —que son 8 millones (según lo dijo el ministro del Interior ese mismo día)—. No es del caso verificar lo exacto o no esos datos, sino entender la sensación que produce entre quienes así lo creen por la forma en que se hace la divulgación oficial. O lo que piensan quienes ven el despliegue con el que Santos entrega 48 casas al tiempo que menciona que se ha dado cumplimiento a 160.000 desplazados dentro del compromiso de restitución de tierras. Por supuesto que por algo se empieza, que es bueno cualquier esfuerzo en ese sentido, pero la desmesura de la presentación en contraste con lo que es la realidad es lo que produce otros efectos.
Dos aspectos se deben resaltar de las consecuencias de este intento de manipular a la opinión pública con informaciones engañosas.
Tiene que haber un inconformismo grande entre las víctimas,
al comparar las condiciones en que se trata a los reinsertados
Una, que sí tiene que haber un inconformismo grande entre las víctimas (sea cual sea la cifra real, son varios millones de personas), al comparar las condiciones en que se trata a los reinsertados. Se trata de un proceso en el que el tratamiento a unos y otros no se puede medir en cuanto a los costos ni menos en cuanto a la relación costo-beneficio o costo-objetivo de los recursos que a lo uno o lo otro se destinen. Pero el énfasis en que lo que se está acordando es en función de las víctimas y la publicidad para desplegar la campaña de ‘guerrillero desmovilízate’ hacen fácil que los inconformes se motiven en contra de los acuerdos, cosa que facilita la tarea de los opositores de la paz o de quienes dan más importancia a que la negociación sea una victoria ante el enemigo que a la posibilidad de comenzar un posible nuevo futuro.
Y, paralelo a esto, la consecuencia que muestran las encuestas que dan una credibilidad o una aprobación a la gestión gubernamental de solo el 13 % o el 23 %. Esa falta de credibilidad y escepticismo lleva a que muchos poco le crean en —y en consecuencia poco apoyen— los avances y las perspectivas de las conversaciones de La Habana, ya que lo ven como otra manipulación o engaño.
Estamos ante la paradoja de que ese intento de manejo o manipulación de la desinformación por parte del Gobierno se está convirtiendo en un nuevo enemigo —o por lo menos obstáculo— de lo que se busca lograr en La Habana.