Varias autoras y autores han vuelto a sus recuerdos o construido mundos desde la perspectiva de los niños. Estas son nueve novelas colombianas escritas desde la mirada de los niños.
Despertar al mundo. Una niña abre los ojos a la vida, le pone colores a la Medellín de los años 60 y empieza a preguntarse cómo funciona todo, mezclando poco a poco alegrías y decepciones.
Pilarica Alvear Sanín, “Cuando aprendí a pensar”. Laguna Libros, 2018 [1962].
La vida es cruel. A finales del siglo XIX Bogotá sigue estando más cerca de ser una pequeña villa que una gran urbe. Un niño es testigo y víctima de la crueldad de sus familiares mientras va descubriendo un secreto oscuro y pútrido. Algunos años después, un niño narra el maltrato y la pobreza mientras estudiaba en el San Bartolomé y el refugio que encontraba en su hogar rural.
César Mekenzie, “Las diecinueve enaguas”. Animal Extinto Editorial, 2019.
José Antonio Osorio Lizarazo, “Garabato”. Laguna Libros, 2016 [1939].
Entre la realidad, el sueño y el dolor. Saúl tiene siete años, hace meses no ve a su papá ni puede preguntar por él. A pesar del dolor tiene una ventaja: descubrió cómo viajar a la Luna, aunque todos los días su mamá le encuentra golpes y heridas que no puede o quiere explicar. Pablo va a cumplir 10 años, es el 13 de noviembre de 1982 y acaba de entender que sus padres, un intelectual de izquierda y una abogada de familia adinerada, se van a separar. A pesar de tener cerca a su pequeño hermano, a medida que pasa el tiempo se va sintiendo más solo, únicamente acompañado por la enfermedad que lo aqueja.
Humberto Ballesteros, “Diario de a bordo de un niño astronauta”. Tusquets, 2019
Juan David Correa, “Todo pasa pronto”. Laguna Libros, 2015 [2007]
La infancia y la Violencia. Ana vivía tranquila hasta que un día el mundo se incendió. Fue el 9 de abril de 1948 y desde la vorágine de fuego que recuerda empieza a narrar su vida antes y después de este hecho, la muerte de sus amigas más queridas, el despertar sexual y el ser mujer en una ciudad latinoamericana. Inés vive con sus abuelos y su mamá, extraña a su papá y vive asustada pensando en que el fin del mundo se aproxima. Cuando una bomba estalla cerca de su casa (como pasó tantas veces en Bogotá a finales de la década de 1980), cree que por fin llegó su hora pero termina siendo la oportunidad para conocer a una niña de su edad y empezar a ver que el mundo se acaba siempre.
Albalucía Ángel, “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón”. Universidad de Antioquia, 2003 [1974].
Gloria Susana Esquivel, “Los animales del fin del mundo”. Alfaguara, 2017.
Cambiar de ciudad, cambiar de vida. Clarita viajó con su familia del campo a la ciudad. La idea de familia que le enseñan en la escuela no coincide con la que ve en su casa: vive con su abuela, su mamá, sus hermanos y, a veces, con algunas de sus tías. Tampoco entiende porqué no puede salir a la calle sola, porqué cada vez ve más luces por la ventana en una sabana que creyó infinita. Antonio acaba de llegar a una ciudad nueva, el clima es cálido y todo a su alrededor florece. Va a pasear al río, asiste a un funeral, juega, se enamora, hace amigos, hasta que tiene que devolverse a tierra fría.
Consuelo Triviño Anzola, “Prohibido salir a la calle”. Sílaba, 2009 [1997].
Gonzalo Mallarino, “Santa Rita”. Alfaguara, 2009.
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