El periodismo nunca puede estar al servicio de los poderosos, de los mandatarios, ni de dirigentes políticos o religiosos, ni siquiera de los medios, que también son empresas que tienen intereses comerciales y, precisamente, debiera ser contradictorio con lo que aquellos quisieran que se publicara o se escribiera. El periodismo es una práctica profesional que no se ha diseñado para mantener contentas tampoco a las mayorías; el periodista tiene la obligación de investigar lo que pasa en el poder aunque eso resulte impopular y aunque no merezca aplausos; debe visibilizar los escándalos de corrupción, así resulten implicados los personajes más populares y famosos, y esto acarree toda clase de reproches, inclusive campañas de desprestigio. El periodista que no actúe así, difícilmente puede catalogarse como tal.
Daniel Coronell, el ganador de siete premios Simón Bolívar de periodismo, entre otros reconocimientos, ha dicho al respecto: “Los periodistas, a veces, para cumplir con nuestro deber, tenemos que apartarnos de las opiniones mayoritarias. Nosotros no somos artistas, ni somos políticos que estamos buscando el aplauso con nuestro trabajo. A veces contradecir la opinión mayoritaria es nuestro deber… Si uno, o dos periodistas, o tres o diez, hubieran sacrificado su vida para contarle a la Alemania de la época Nazi las realidades de su gobierno, de pronto el mundo se habría evitado el mayor horror de su historia…”
Y ha dicho también: “El periodismo, cuando está bien hecho, está para disgustar a la gente, no para gustarle, y en esa medida hay muchas cosas que pueden ser más placenteras. Lo nuestro es escarbar, buscar lo que los poderosos no quieren dejar ver, y eso representa, en un país como Colombia, confrontaciones, enemistades, y algunas veces la muerte. Pero hay que hacerlo porque alguien tiene que hacer ese trabajo y porque la sociedad, a la larga, aunque no quiera saber, siempre será mejor”.
Preciso, en respuesta a las dos columnas escritas en la revista Semana el domingo pasado y el anterior, por el periodista más controvertido y polémico de la actualidad colombiana, Daniel Coronell, nuevamente arreciaron contra él las amenazas, se le vino encima otra tempestad de insultos creyendo que así lo van a callar, cosa que no han podido a pesar de toda la feroz persecución de los últimos 15 años. En la columna de hace ocho días, titulada Los dos Uribes, recuerda Coronell que “Cuando era presidente, Uribe no se oponía a la elegibilidad de los guerrilleros y hablaba de la necesidad de que la amnistía y el indulto cobijaran incluso a los autores de delitos atroces”; y en la del domingo pasado, Más pruebas,que “El cese al fuego y de hostilidades bilateral –largamente criticado por el senador Uribe y presentado como una forma de “entregarle el país a la guerrilla”– les fue ofrecido en el año 2006 a las Farc por el gobierno de Uribe”, revela unos videos y escribe lo siguiente: “El senador Álvaro Uribe puede ponerse muy bravo, criminalizar a quien lo descubre, o tratar de distorsionar sus propias afirmaciones para adaptarlas a lo que hoy le conviene, pero no puede negar que cuando era presidente sostenía públicamente que para hacer la paz era necesario que el gobierno ofreciera exactamente lo mismo que hoy censura: elegibilidad política para todos los guerrilleros, amnistía e indulto que cubriera incluso delitos atroces y cese al fuego bilateral”.
Bueno, le respondieron los fanáticos uribistas con vulgares ‘argumentos’ a través de una cuenta de Twitter, ‘Comando Simón Bolívar’ (@teamomicolombia)advirtiéndole que se cuide: DEDICATE AL OFICIO PERRO HIJODEPUTA! ESTAMOS TRATANDO DE HABLAR CON VOS PERO ANDAS COMO UN PERRO ASQUEROSO! CUIDATE!, insultos y advertencias a las que él contestó con ímpetu y valentía, así como fuerza y fortaleza: “No les tengo miedo”.
El mismo senador Uribe reaccionó echándole vainas al que se le atraviese: “Santos peor calaña: orienta periodista extranjero a leer al socio de la mafia (Coronel) para desacreditar a mi Gobierno. Solapado, hipócrita”. También había calificado a Coronell de “mentiroso”, “canalla” y “difamador profesional” en su cuenta Twitter.
Por las últimas columnas Uribe arremetió: “Perafán está en la cárcel, su socio, periodista de marras, la evade creando historietas contra mi familia”. El senador escribió otros trinos como: “Perafán está en la cárcel por narcotráfico, enriqueció al periodista de marras. Mis hijos hacen empresa honestamente”. “Perafán en cárcel, a los casi 1200 que por narco extradité debí sumar a su socio el periodista de marras. Se salvó y dice que lo perseguí”, señaló en otro mensaje. Y remata: “Daniel Coronell no debería estar en E.U. trabajando sino en la cárcel por sus vínculos con el narcotráfico”, aseveró el senador del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez.
En estas condiciones, hay que decir que el trabajo periodístico en Colombia siempre ha estado en la mira de grupos criminales, de guerrilleros, de paramilitares, de narcotraficantes, de políticos corruptos y que sigue vigente la amenaza que se cierne sobre la libertad de prensa. Y dejemos claro que esta libertad no es un derecho de los periodistas a ejercer su trabajo, sino el derecho del ciudadano común a conocer lo que está pasando. Es su derecho a la información, a la libertad de expresión, ampliamente reconocidos por la Constitución y los tratados internacionales.
Esta situación obliga a los gremios de periodistas a pronunciarse solidariamente rechazando las nuevas amenazas y a exigir de las autoridades competentes las investigaciones que conduzcan a la judicialización de los criminales.
Estamos frente a una nueva página triste para el periodismo, por eso, desde Proclama del Cauca rechazamos las intimidaciones y amenazas, lamentamos lo que está pasando con la prensa, porque desde aquel grupo político también han estigmatizado y amenazado a Gonzalo Guillén, a Hollman Morris, a Carlos Lozano, a Ramiro Bejarano, a Yohir Akerman, a quien Uribe “decidió señalar gratuitamente como militante del ELN”. Es que cada vez que alguien se atreve a explorar el pasado del senador Uribe o de los suyos es inmediatamente criminalizado por él y por sus devotos. ¿Cuál será entonces el futuro de Colombia con estos dirigentes amenazadores y sin argumentos que permitan el debate civilizado? Por eso es tan necesario que el periodismo crítico y libre se solidarice y continúe en su tarea con mayor fortaleza y responsabilidad social.