Si hay un mundo plagado de contradicciones profundas, ese es el de las burocracias educativas, desde los ministerios y las secretarías de educación hasta las administraciones de escuelas, institutos, colegios y universidades.
Las más de las veces, los individuos correspondientes suelen carecer de un conocimiento profundo acerca de lo que es el fenómeno educativo, al punto de incurrir en reduccionismos nefastos a trochemoche, que riñen con el indispensable rigor intelectual.
Con motivo de esta pandemia, sobre todo en los períodos de confinamientos en casa, dado el mayor tiempo disponible, se hubiera esperado algo de reflexión y profundización al respecto. No obstante, no se ha dado tal cosa.
En rigor, el fenómeno educativo, por estar centrado en la formación de seres humanos, desde el punto de vista científico y humanista, connota un diapasón amplio y variopinto de disciplinas.
Por ejemplo, en lo que a las ciencias sociales y humanas concierne, entran en juego la antropología, la sociología, la historia de la educación, la historia de la ciencia y la tecnología, ciertos frentes de la filosofía, la semiótica, la psicología, la ética, la bioética, etcétera.
Desde el lado de las ciencias naturales, mencionemos sobre todo a las neurociencias con motivo de lo que, hacia los últimos años, se ha ganado acerca del conocimiento sobre el sistema nervioso, tanto central como periférico.
Sin embargo, no faltan los programas de pregrado y posgrado en educación, como, para muestra un botón, los dedicados a la enseñanza de las ciencias naturales, que hacen caso omiso de lo anterior y pretenden seguir adelante con unas posturas francamente reduccionistas que pierden de vista la complejidad inherente al mundo educativo, el cual implica tantas variables que solo es posible abordarlo de forma integral y holística.
Por supuesto, esto requiere un esfuerzo bastante exigente, de mucha disciplina intelectual, por lo que, en últimas, en los programas de marras, se van por la senda del menor esfuerzo, o sea, del reduccionismo ultrasimplificador. Así, suelen ser programas patito.
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En el mejor de los casos, si se ven en programas tales aspectos de las ciencias humanas aplicados a la educación, suelen estar estos contaminados no pocas veces por la ideología posmoderna, anticientífica como la que más, por lo cual degeneran en lo que cabe denominar con tino como ciencia vudú o basura.
No porque el pensamiento posmoderno sea del todo malo, sino porque suele arremeter lanza en ristre contra la herencia de la Ilustración, con lo cual termina botando el agua sucia de la bañera con el bebé incluido.
Así las cosas, no debe sorprender que la educación vaya de mal en peor aquí y en Vladivostok.
En otras palabras, lo que estamos viendo desde que comenzó esta pandemia es una proliferación más que audaz de contrarreformas educativas que suelen carecer de rigor y que tan solo apuntan a "mejorar" indicadores de cara a procesos de "acreditación" que han de facilitar la consecución de recursos económicos para las instituciones.
Naturalmente, los procesos de "acreditación" no deben degenerar en un pinche acopio de medallas y estrellitas doradas.
Solo servirán en la medida que vayan de la mano con el necesario rigor intelectual en los procesos educativos.
Botón de muestra, no suele irse hoy día más allá de estudios comparativos en cuanto a número de créditos, de asignaturas y de horas de clase, entre unos cuantos guarismos más de parecido jaez, y sin parar mientes en que lo que puede estar bien en un país extranjero no tiene por qué funcionar aquí, pues, el mundo educativo no suele proceder de manera inductiva, por generalizaciones, sino de manera abductiva, en el ámbito de lo contextual y particular. Como decía con tino José Ortega y Gasset, en el extranjero hay que buscar información, no modelo.
Por supuesto, no viene al caso aplicar aquí el vocablo reforma habida cuenta de que el mismo connota la evolución en el sentido de una mejora. No es lo que estamos viendo. En fin, estamos anegados por la pandemia de las involutivas contrarreformas educativas, para las cuales no hay que abrigar esperanza alguna de una posible vacuna o algún contraveneno. En suma, es un panorama dantesco de sálvese quien pueda.
En fin, recordemos que Colombia dista en mucho de estar en las mejores posiciones en el ámbito educativo mundial. Y las universidades, con sus contrarreformas, no están apuntando en la dirección adecuada para superar este hórrido panorama.