Ahora que se está acabando un ciclo de telenovelas en Caracol y RCN, caería como anillo al dedo una titulada Tutelas de Petro. Ya los colombianos no nos sorprendemos por nada: un país donde gente inteligente cree que alguien por santo que se crea va a resucitar; que si no da diezmos Dios no lo ayudará; y que por el contrario si los da se llenará de dinero, poder y amor, es sin duda una sociedad muy peculiar. Por ello, como sucede siempre en este país, ya las tuteles que devuelven al alcalde Petro a su puesto y otras que lo sacan ya no sorprenden a nadie. Pero cualquier observador extranjero que vea este espectáculo en donde nadie parece ponerse de acuerdo sobre la situación de la persona que ocupa el segundo cargo más importante del país, probablemente creerá lo que los colombianos aún no vemos. Lo observan como una telenovela.
Primero es necesario aclarar que no se trata de una de esas buenas telenovelas que produce Colombia y que exporta con mucho éxito al exterior. No, se trata de una situación insólita donde un procurador que tienen un equipo de seguridad personal igual o similar a la del señor presidente, que vive en el siglo XVI, la emprende contra mucha gente hasta que llegó a la alcaldía de Petro. Segundo, de lo que sí se trata es del alcalde que no se ha distinguido por su buena administración, pero que probablemente tampoco se merecía la ira santa de este señor, que trata de acabarle su vida política, que es su vida.
Tercero. Pero lo más grave es que la situación que vive Bogotá si tiene visos de esas telenovelas realmente malas, entre otras, porque parece no tener fin. La toma de la Plaza de Bolívar que se le debe a esa intención del alcalde, asentado de nuevo en su puesto gracias a las tutelas, ha sido un espectáculo que claro que muestra nuestra marginalidad, que produce lágrimas en sectores de nuestra sociedad que el alcalde usa como su instrumento para rechazar la destitución que le hizo el procurador. Y cuarto, también como de telenovela barata, los colombianos que no creemos en el procurador y rechazamos su autoritarismo tampoco podemos apoyar a Petro porque su gestión no ha sido buena. ¿No es este un episodio que se asemeja a uno de sus culebrones que tienen sus seguidores?
La tragedia de esta telenovela es que lo que está en juego es la situación de la capital de este país que de acuerdo al triunfalismo del Gobierno está ad portas de pertenecer —eso sí como invitado de segunda— al club de los países poderosos del mundo. Y lo peor es que se trata de la vida de ocho millones de habitantes que ven que otras ciudades como Cali y Medellín, entre otras, progresan mientras en Bogotá todo es una tragedia. La inseguridad es dramática y ya vivir en el norte en apartamentos bien cuidados no es ninguna garantía; tratar de conseguir un taxi en horas pico, una odisea, para no hablar del sur de Bogotá que por la cantidad de tragedias que allí suceden parece totalmente abandonado por parte de las autoridades. Y mientras tanto, el procurador anda de emisora en emisora con el mismo lenguaje lleno de prosopopeya; como personaje da grandes entrevistas en los periódicos más importantes y el alcalde intermitente, cada vez que una de los cientos de tutelas lo reposesiona, sale a arengar a sus seguidores y acaparar de nuevo los noticieros.
Lo grave es que fuera de la tragicomedia que esta situación representa, es que la institucionalidad colombiana está en su peor momento, nadie cree en nada y lo más grave: el presidente se va a que lo llenen de elogios los personajes del mundo, mientras deja un señor tierrero en este país que ya no es del Sagrado Corazón sino el de las telenovelas. La última con altísimo rating se titula Tutelas de Petro.
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