En este país se mal repite el cuadro sociopolítico de las llamadas democracias occidentales. El universo de los políticos está compuesto por los mismos seres humanos abyectos de siempre que cambian de bando dependiendo de la mentira con que gobierna el gobierno de turno, de sus aspiraciones personales y de las oportunidades e intereses partidistas. Las clases sociales siguen siendo las mismas, cada vez más abultadas, más marcadas por las diferencias económicas que las caracterizan y cada día más torpes por la falta de educación y más ciegas a la verdad, a su realidad, por la permanente manipulación de éstas en los medios.
Cambia en su composición el senado y la cámara, cambian en su alineación las altas cortes, cambian los que integran los organismos de control, cambian los ministros, gobernadores, alcaldes… y hasta cambia el presidente, pero siguen al final siendo los mismos políticos de siempre solo que se rotan, se trasladan, se transmutan, se mimetizan y se mueven de un sitio para otro repartiéndose los puestos. Los de a montón, embrutecidos por el hambre, la violencia, la falta de oficio y la ignorancia… cada vez más amontonados y ciegos siguen creyendo que la solución está en las promesas de estos sinvergüenzas y en la esperanza que solo el miedo y el hambre son capaces de regalar: volvemos y votamos por los mismos.
Pero si la pataleta de los ricos, el berreo de los industriales y el relincho de los más acomodados cada vez más seguido, doloroso y dramático consigue los mejores resultados ablandando el corazón de los gobernantes que responden con recortes al impuesto a la renta, al de la herencia de riquezas en su mayoría mal habidas y al reparto de las ganancias de sus empresas. Las acciones iniciadas desde las bases de la sociedad desprotegida y abandonada a su infinita pobreza también funcionan. Sabemos que en este nivel infrahumano el llanto, la pataleta y el relincho solo funcionan como tales: como manifestación de dolor, como manifestación de ira, como manifestación de júbilo. Sabemos que de nada sirven de frente a las autoridades que las transforman en combustible para radicalizar más sus políticas de choque y reducción a la fuerza. Pero aprendimos, desafortunadamente con la lentitud que aprenden los niño, que si bien no se logra ningún progreso a punta de llanto y pataletas pues además de promesas mentirosas no pasa ni cambia nada, con muy poca gente, con muy poco combustible y con un nivel mínimo de organización logística se pueden llevar al borde de la crisis alimentaria y sanitaria las más robustas y pobladas de nuestras ciudades. Aprendimos que para esto no se necesitan alcaldes, ni gobernadores, ni concejales, ni curas ni políticos torcidos a ningún nivel llorando y gritando. Aprendimos que tan solo se necesita organizarnos horizontalmente, sin líderes ni gremios contaminados, alineados con la verdad de nuestras aspiraciones mínimas en las bases de la sociedad.
Ojalá hayamos aprendido y sobre todo entendido que esto nos es para mover ministros, ni para amenazar presidentes, ni para motivar mesas de dialogo mentirosas, ni para crear confrontaciones políticas a nivel de partidos. Ojalá hayamos comprendido que esta herramienta poderosa antes desconocida por el pueblo colombiano sea la que de ahora en adelante proteja la determinación de no volver a votar, ni mucho menos a elegir a ninguno de los políticos o mafias de políticos que desde hace ya generaciones venimos eligiendo para que sigan atropellando. Votemos por gente nueva, por profesionales idóneos y honestos, por gente que represente nuestro interés, por gente que saque adelante nuestra comunidad como un todo, no por bellacos preocupados tan solo por su propio bolsillo y su grupo familiar. Votemos por nosotros mismos.
Nueva herramienta: bloqueo sin voto
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