El presidente de Colombia, el ministro de Hacienda y el resto del gabinete, llevan varias semanas promoviendo la idea de que están construyendo una nueva economía para el país, que se daría bajo un escenario de ralentización interna y escasa o nula recuperación global.
Que Juan Manuel Santos y Mauricio Cárdenas hablen de una nueva economía es –por lo menos– el reconocimiento de que la vieja, que ellos administran desde hace más de dos décadas, fracasó. En efecto, Santos ha sido ministro de casi todos los gobiernos desde 1990 y Cárdenas desde 1994, después de haber pasado por Fedesarrollo y el Banco Mundial.
Las recetas que ellos han aplicado demostraron ser incapaces de desarrollar a Colombia, reducir la desigualdad y crear un aparato productivo competitivo y con empleos estables y de alta calidad. Los únicos resultados positivos obtenidos desde la implementación de la apertura económica se deben a las bonanzas petrolera y minera de mediados de la década de 1990 y la más reciente que comenzó en 2003 hasta 2013. Pero ni siquiera con la entrada de más recursos fueron capaces de dotar a Colombia de elementos de competitividad y, por el contrario, la enfermedad holandesa ha golpeado fuertemente a los productores nacionales y por ende a la calidad de vida de los trabajadores.
La nueva economía, sin embargo, no plantea ninguna solución verdadera a estos problemas. Aunque acepta lo obvio y es que el país debería dejar de depender de la extracción y exportación de los recursos naturales, los hechos demuestran que lo que sigue soportando el crecimiento industrial del país es la refinación petrolera. La nueva economía tampoco propone soluciones reales a los dos principales obstáculos para reactivar la producción agrícola e industrial: la competitividad y las barreras impuestas por los tratados de libre comercio, los que supuestamente serían la oportunidad para el crecimiento nacional y no merecieron ni una sola mención en el Conpes sobre desarrollo productivo.
La nueva economía no propone soluciones reales
a los dos grandes obstáculos para reactivar la producción agrícola e industrial:
la competitividad y las barreras impuestas por TLC
Así las cosas, lo evidente para los asistentes al Primer Congreso Empresarial Colombiano de la Andi, el 11 y 12 de agosto, fue que el Gobierno Nacional ha montado un discurso con unas presentaciones en Power Point muy bonitas, pero que no pasan de ahí, entre otras cosas porque las decisiones reales de los responsables de la vieja economía, que ahora hablan de la construcción de la nueva, fueron recortar en 10 % el presupuesto para inversión de 2017, seguir aumentando las tasas de interés y prometer otra reforma tributaria que lesionará más el bolsillo de los colombianos por el camino del IVA.
La principal conclusión del Congreso de los empresarios es que a ellos y a los trabajadores colombianos les toca valerse por sus propios medios y sobrevivir a pesar del gobierno. Lo difícil es que sus competidores globales los enfrentan teniendo de su lado a estados fuertes, que entienden el manejo económico como una relación armónica entre las responsabilidades públicas y privadas.
Twitter: @mariovalencia01
Publicada originalmente el 22 de agosto de 2016