¿Nueva constituyente, imperio de la ley o ambas?
Opinión

¿Nueva constituyente, imperio de la ley o ambas?

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marzo 11, 2015
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Con razón los medios han calificado el “pretelazo” como el mayor escándalo que haya afectado a la Justicia durante nuestra historia republicana, al extremo de que comienzan a abrirse paso voces que reclaman la necesidad de una nueva constituyente, una vez firmados y refrendados los acuerdos de PAZ de La Habana.

Si bien creo que las Farc insistirán en convocar una constituyente, no pretendo aún tomar posición sobre el tema, sino analizar asuntos que considero de mayor urgencia que se pueden comenzar a resolver desde hoy.

No dudo que nuestra actual Constitución permite adelantar todas las reformas que necesita el Estado colombiano, lo que se requiere no es una nueva ley superior, sino que las actuales instituciones funcionen, en especial la Justicia, que sí necesita una reforma de fondo; me refiero a no pocos operadores judiciales (no a todos), entre muchos otros funcionarios del Estado, incluyendo a innumerables privados, causantes directos de la corrupción, porque no es dable decidir quien es más culpable, “si el que peca por la paga o el que paga por pecar,” ambos por igual han causado el gran deterioro moral que nos sobrepasa.

Tal vez parte del problema sea cierta inusitada opulencia que ha ido trastocando los valores colombianos, al extremo que querer todo ya, olvidando cómo era de precario el consumismo entre nosotros hace 40 o 50 años, cuando nuestra capacidad de adquisición era muy limitada. Recuerdo haber leído en la entrevista a Felipe López convertida en libro con motivo de los treinta años de Semana, cuando narraba la escasez con que había estudiado en Europa, nada menos que un nieto de López Pumarejo e hijo de López Michelsen, cuando soplaban vientos de dignidad.

La impunidad es lo que genera mayor corrupción. Rousseau nos dijo que un hombre por encima de la ley, necesariamente pone a todos los demás a su discreción; maravillosa frase que después vi adaptada por la magistrada francesa Eva Joly, quien en su libro Impunidad, la definió como “una forma de vivir por encima de la ley, porque se es más fuerte que la ley”.

Si nuestra sociedad no es capaz de generar confianza entre los asociados, cada escándalo quedará para al día siguiente dar paso a otro mayor, y así sucesivamente hasta que dejan de ser noticia, generando, sin gota de vergüenza y el mayor descaro, prácticas nocivas y actitudes reprochables que todos van aceptando, creando una subcultura que la generalidad acoge. El resultado es que se considera que hacerle el quite a la ley es asunto de vivos, habilidosos e inteligentes, y quienes cometen la solemne estupidez de no salir ricos de los cargos públicos son vistos como tontos e imbéciles que dejaron pasar una magnífica oportunidad.

El hecho de que para ciertos personajes haya algunos jueces que se encargan de casos que la Justicia tiene que pasar por alto, y no me refiero a los aforados sino a otros intocables, a quienes supuestamente no se puede tocar así hayan cabalgado al derecho y al revés por encima del Código Penal, como si vivieran en otro país porque tienen el privilegio de estar por encima de la ley… precisamente lo que cuestionaba Rousseau en su famoso discurso.[1]

Que conste que no me refiero a fuero alguno, que no debe existir, ni siquiera para el presidente de la república, por aquello del principio de igualdad de nuestra Constitución.

La impunidad de ciertos personajes es lo que más genera corrupción y resentimiento, especialmente entre quienes llegan a conocer la existencia de estos peligrosos privilegios. No sobra advertir a la elite que si continúa haciendo cambios gatopardianos[2]en esta era de la posmodernidad solo incuba cambios drásticos, que si bien a veces terminan muy mal como en Venezuela, y otras veces muy bien como en Ecuador o Bolivia, siempre hay un reemplazo total de las actuales elites por no permitir el acceso a otros que teniendo innegables méritos, han sido mantenidos por fuera de la llamada “rosca nacional”, hasta que hartos terminan actuando.

[1]Rousseau. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

[2] Se refiere a la novela EL GATOPARDO que transcurre durante el período de la unificación italiana, escrita por Guiseppe Tomás de Lampedusa (1896-1957), cuya frase más conocida es “Que todo cambie para que todo siga igual”, a lo que se podría agregar: para que sigamos mandado todos juntos materí lerí leró.

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