Nuestras vías: las viejas se derrumban y las nuevas se desmoronan

Nuestras vías: las viejas se derrumban y las nuevas se desmoronan

Varias vías principales se están desmoronando y el pavimento ha tenido que ser reparado por tramos. Solo en Antioquia, las pérdidas ya superan el billón de pesos

Por: Juan Raúl Navarro
mayo 31, 2022
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Nuestras vías: las viejas se derrumban y las nuevas se desmoronan
Fotos: Juan Raúl Navarro

Mientras varias de las principales vías del país se encuentran cerradas, encareciendo, aún más, el costo del transporte y de los alimentos, los genios del Invías, de la ANI, del Ministerio de Transporte, de las concesionarias que construyen las Autopistas 4G y de quienes se enriquecen cobrando los peajes, con la brutal inteligencia vial que los caracteriza, se lo atribuyen todo al invierno.

Invierno mental el de ellos, que tienen el cerebro lleno de neblina y empantanado por la ambición y la avaricia. Pretenden hacernos creer que construir y mantener las vías es realizar lo estrictamente necesario: hacer un trazado, pavimentarlo, construir algunos puentes y cunetas, y remover derrumbes, olvidándose de los curetajes de los barrancos y las montañas que están en los costados y que viven desmoronándose de manera permanente.

Si acaso los hacen, si levantan muros, taludes, puentes y túneles, los construyen con diseños vistosos, pero con materiales de mala calidad. No me quiero imaginar la tristeza y la indignación que nos va a provocar ver las cacareadas autopistas 4G cerradas por agrietamientos y derrumbes al poco tiempo de su apertura.

Un anticipo doloroso es la doble calzada Bolombolo-La Pintada, conocida como Pacífico 2.

Construida y administrada por Odinsa, una firma del Grupo Argos, es la primera vía de cuarta generación que se termina en el departamento de Antioquia y fue inaugurada por el presidente Duque el 15 de octubre de 2021.

Varias de las obras de contención de sus laderas ya se han desmoronado y el pavimento ha tenido que ser reparado en varios tramos, y lo que es más aterrador y vergonzoso: en lo que va de 2022, esta nueva autopista se ha visto afectada en algunos sectores por profundas pérdidas de la bancada.

Un asunto gravísimo, máxime cuando dicha carretera, en la actualidad, es la única ruta de acceso y de salida del transporte terrestre entre Medellín, el Eje Cafetero, el Chocó y el Suroccidente del país.

Con el cierre indefinido, por pérdida de la banca, de la vía Pintada-Santa Bárbara-Primavera (que pasa por el Alto de Minas y es la ruta natural de los buses de pasajeros y los camiones que mueven los alimentos y demás bienes de consumo entre estas zonas del país) los trasportadores se han visto obligados a desplazarse por Pacífico 2 durante las últimas dos semanas y aún no se sabe hasta cuándo tendrán que hacerlo.

En el sector aledaño a la quebrada Sinifaná, donde Pacífico 2 se unirá con Pacífico 1 (obra sin terminar y que ha provocado un deterioro desastroso de la Troncal del Café) la circulación es una pesadilla. Las tractomulas y las camas bajas que ahora, a falta de otras rutas, están obligadas a trastabillar por ella, taponan la vía cuando se topan en dirección contraria (unas de ida y otras de venida).

Son cientos de curvas las que tienen que sortear en esa trocha estrecha y maltrecha, inapropiada desde siempre para el tráfico pesado. Sus conductores se ven forzados a frenar del todo, e incluso a reversar en algunas de ellas, para darle paso al vehículo que viene o para realizar la maniobra de viraje, lo que provoca trancones interminables.

Y lo más absurdo es que cuando los usuarios empiezan a disfrutar de un pequeño respiro, cuando logran llegar, a duras penas, a los tramos donde la vía es más amplia y el tránsito fluye a más de 10 kilómetros por hora, vuelve la frustración, pues se encuentran con el embotellamiento formado por los pare y siga, y por el peaje de Amagá, el que nunca han dejado de cobrar a pesar de las pésimas condiciones de la carretera y de las invaluables horas de trabajo y de vida que pierden los choferes y los pasajeros que se movilizan por ella.

Para ir de Medellín a Bolombolo, yo, por ejemplo, me demoraba, normalmente, entre hora y media y dos horas, dependiendo de las condiciones climatológicas y del tráfico. En los dos viajes que he realizado durante este mes, me he tardado siete horas y veinte minutos, en el primero de ellos, y seis horas y media en el segundo, y un tiempo semejante en el trayecto de regreso.

Cabe aclarar que he viajado en un carro particular. Calculemos lo que se pueden demorar los tractomuleros, al volante de sus mamotretos cargados con toneladas de mercancía. ¿Cómo será su impotencia, su frustración y su rabia al verse obligados a peregrinar por nuestras miserables carreteras, a riesgo de accidentarse?, y que aparte de eso, como ñapa, les cobren peajes.

¿Y qué decir de los ingresos de los transportadores que ahora, debido al mal estado de las vías inviables, solo pueden hacer la tercera parte de los viajes que antes realizaban? ¿Cuánta plata se les estará embolatando? Aseguran que solo en Antioquia, en lo que va corrido de mayo, sus pérdidas ya superan un billón de pesos. ¿Y qué pensar de la economía nacional? ¿Cuánto se nos irán a encarecer los alimentos y otros bienes por esta causa?

Menos mal en nuestro departamento, por A o por B, aunque sea más tarde que temprano, se logra llegar al destino. ¿Qué sentirán los nariñenses, los boyacenses y los habitantes de otras regiones del país que desde hace varios días están incomunicados por vía terrestre y sufren escasez y carestía?

Luego de esta desahogada, solo me resta decirle al presidente Duque, a sus antecesores, y a todos los secuaces que históricamente han construido y administrado las carreteras de Colombia: ¡No sean tan sinvergüenzas, no hay derecho!

 

 

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