Nuestras pequeñas estupideces

Nuestras pequeñas estupideces

Como escribió Savater: “El estúpido que más cerca se tiene es uno mismo: no tenemos más que observarnos tres veces al día"

Por: Luis Ernesto Pérez Osorno
enero 28, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Nuestras pequeñas estupideces

Cuando pago con la tarjeta del banco, la persona del datáfono me pregunta: ¿Su tarjeta es de ahorros o de crédito?

Yo siempre respondo: ¡de gastos!

¿Alguno de ustedes ha ahorrado algún dinerito con su tarjeta de “ahorros”?

Y, así, nos hemos ido acostumbrando a toda una rutina diaria de estupideces. Ya el significado tan romántico del ahorro nos lo convirtieron en un adefesio confuso que puede ser algo, como “gaste menos, pero gaste”: “compre tres, pague dos”, “ahorre comprando en…”; “ahorre tiempo y dinero…”

Hice la fila desde temprano en la EPS. Era larga y había personas más madrugadoras y más enfermas que yo. Vi cómo la chica de la taquilla, de una manera mágica, atendía con la cabeza sobre el computador, sin saludar al cliente y, luego, un palabrerío y un boquiabierto diciendo: sí, señorita, repetidamente. Luego, salió con sus papeles, como había llegado.

Masculló un quejido que me pareció de dolor o una maldición, diciendo: “jueputa, me faltó una orden que solo la da el médico y hay que volver a pedir cita…”.

A mí, una hora después, me faltó comprar el copago. Pero en la caja no tienen datáfono, sino que tiene que ser ¡en efectivo! “Es política de la empresa”. Y otro boquiabierto…

¿Cuántas situaciones se dan en una taquilla de EPS?  ¿En cualquier taquilla de cualquier empresa de tantas que hay en todas partes? Cuántas impaciencias, disgustos, peleas y malos entendidos en las taquillas de “atención al público”, en donde más bien se palpa y se vive nuestra historia de humillaciones y malos tratos por parte, no de las chicas de la taquilla, sino de las empresas y las órdenes que les dan, que parecen ser de decir no a todo y mantener ese tonito tonto de “yo no soy culpable”, “ponga la queja” …

Y el cuento de nuestra estupidez diaria puede seguirse así: ponga la queja. “Puedes usar nuestros servicios para tu atención: nuestra web, nuestras redes sociales, nuestro teléfono 24/7, en nuestro contact center o contáctanos por chat”.

De nuevo pregunto a ustedes: ¿han hecho el intento de poner una queja por cualquiera de tantos y tan efectivos medios? Cuéntenos su experiencia. Sería bonito hacer una lista de esos victoriosos. A mí no me ha ido tan mal. Me gusta la musiquita que ponen, tipo Love Story y que, en esas dos horas, mientras me atienden, termino de escribir estas pendejadas. Y pendejada será, pero nada que me atienden y cuelgo. Será otro día.

Y así, otra de mis estupideces fue haberle prestado plata a un amigo. “Este fin de mes te la pago, es que estoy muy embalado…etc”. Bueno. Tuve que hacerme el …evón y no llamar más ni recordarle nada. Qué pena, uno molestar a los amigos, cobrándoles y ellos hasta sin con qué…Y eso no es todo. En el 2015 le presté un libro a otro buen amigo. El amigo está todavía por ahí. El libro no.

No sé si TransMilenio en Bogotá pueda compararse con la Ruta Circular de Medellín. Pero es una verdadera travesía por los vericuetos del peligro, del empuje (no del empuje paisa), del toque y del abejorreo y de no ver la hora de llegar, pues es como si ya hubiera llegado la hora. Qué estupidez de transporte público son los buses “circulares”. ¡Nada como nuestro metro!

Otra de las estupideces que he apuntado para ustedes, es ver las formas de hacerse rico. Sí. ¡Hacerse rico! No digo la autocomplacencia. No. Conseguir plata, mijo, honradamente o de la otra forma. Así, por ejemplo, los supermercados se han ideado muchos trucos para conseguir plata: en la bolsa de jabón en polvo dice 3 kg. Pago lo que dice ahí en la etiqueta y noto un poco liviana la bolsa. La hago pesar y…voilá: pesa 1950 gr. ¡Me engañaron! Y quién sabe cuántos incautos han caído en ese estilo peculiar de hacerse ricos los dueños. Y no es la única manera. En las promociones, por ejemplo. Los han cogido en la trampa. Los multan. Pagan la multa. Y siguen. Dicen los que saben que se queja apenas el 2% de los clientes. ¿Y el resto?

Pero no paremos ahí: ¿han notado cómo la cuenta de servicios públicos ha subido cada mes, después de lo de Hidroituango? Y no digamos que sea mucho. No. De a poquitos. De 2 o 3 miles de pesitos. ¿Y las cuentas de los operadores celulares? Especialmente uno, que claro, no lo decimos para no banderear a nadie. El cuento es que se han enriquecido como lo pordioseros o los pastores de iglesias: de a cincuenta y cien pesitos de más en la cuenta del mes, que. ¿quién va a quejarse por tan poquito? El de menos tiene como cuatro millones de clientes…Multiplique.

Bueno, estas notas livianas nos llevan, como es la idea, a pensar en la estupidez nuestra de cada día y a recordar aquella frase de Fernando Savater: “El estúpido que más cerca se tiene es uno mismo: no tenemos más que observarnos tres veces al día y tenemos un estúpido en funcionamiento”

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