Nuestra victoria sobre el covid-19 exige dignidad y autoestima
Opinión

Nuestra victoria sobre el covid-19 exige dignidad y autoestima

Así como los colombianos son capaces de medírsele a cualquier desafío con creatividad y valentía sorprende ver a las élites sentarse a esperar a ver qué hacen gringos y europeos

Por:
junio 28, 2020
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Los colombianos no somos del talante como para sentarnos a llorar o a esperar, ni mucho menos a esperar llorando, mientras se despeja el panorama lleno de nubarrones que se nos asoman.

Al final -porque de esta también saldremos-, veremos que en la crisis planetaria cada país habrá tenido que recurrir a lo mejor de sí mismo para apalancar los arrestos con qué cruzar esta especie de emboscada del destino. Así mismo, veremos que cada nación habrá de pagar con dolor las consecuencias de los virus de ceguera histórica, injusticia y corrupción que la atacaron, claro está, desde mucho antes que el Coronavirus.

Se nos ha señalado de muchas cosas muchas veces y desde hace mucho tiempo, tanto así que repetirlas aquí, como una letanía, no dejaría de insinuar un cierto y morboso masoquismo que nada tiene qué ver con los talentos y las reservas morales de la inmensa mayoría de nuestra gente. No obstante, no importa cuántas “perlas” nos hayan endilgado, lo que nunca han llegado a decirnos es que los colombianos carecemos de creatividad o que nos afecta algún complejo de inferioridad que nos hace sentir como acobardaditos frente los demás. No exagero si afirmo aquí que todos nos reconocen un empuje extraordinario y una audacia para medírnosle a cualquier reto, con una seguridad para ponérsela a cualquiera.

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Nunca han llegado a decirnos es que los colombianos carecemos de creatividad o que nos afecta algún complejo de inferioridad que nos hace sentir como acobardaditos frente los demás

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Hasta los que no nos quieren nos lo reconocen porque así es.

Sin embargo, de un tiempo para acá, he venido observando un extraño fenómeno: ese talante que nos distingue como nación y que efectivamente abunda, llega un momento en que pareciera que desaparece cuando de las élites se trata.

Así como los colombianos son capaces de medírsele a cualquier desafío con la creatividad y la valentía suficientes como para idear caminos y soluciones audaces, de la misma manera sorprende ver cómo las élites políticas, económicas y académicas ni lo intentan y, por el contrario, suelen sentarse a esperar a ver qué hacen los de afuera, sobre todo los gringos y los europeos, y a ver qué recetas les mandan, les imponen, les venden o, por si acaso, les “regalan”.

Así ha sido desde siempre y por ello hemos tenido que pagar un costo descomunal: llegar tarde a toda cita de la historia, además, teniendo que presentarnos con el vestidito prestado, desajustado y con más remiendos que un payaso.

No basta con dejar esta constante de las élites en el plano de lo doloroso e indignante. También, y hoy más que nunca, resulta preocupante y casi mortal. 

Una de las consecuencias de la pandemia consistirá en un sacudón de la escala de los países en el concierto internacional, los escalafones que ocupe cada uno respecto de sus economías y sus rangos de libertad se verán removidos. Con toda certeza habrá algunos que desciendan en bienestar, importancia y credibilidad y otros subirán y experimentarán una nueva etapa de crecimiento, brillo y autoestima. 

¿A dónde queremos ubicarnos los colombianos?

¿Queremos subir o bajar?

¿Vamos a desaprovechar, una vez más, esta crisis-oportunidad?

Colombia cuenta con unas ventajas enormes para intentar el gran salto: unos recursos naturales privilegiados en un mundo urgido de comida y ecología, una franja importante de profesionales que nos conectan con la vanguardia del conocimiento en las más diversas disciplinas, una cultura latinoamericana que nos alienta la comunicación con todas las culturas del planeta y un pueblo lleno de talentos, creatividad y audacia.

Solo que nadie da el gran salto ni repitiéndose y copiándose.

Ya es hora de que dejemos de seguir a las élites y de que surjan liderazgos capaces de llevar a las altas esferas de la sociedad ese carácter creativo, innovador y sin complejos que abunda en nuestro pueblo.

¡¡Pilas, pues!!

 

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