Recientemente, con ocasión de los pobres resultados de los estudiantes colombianos en las pruebas Pisa, varios han manifestado su opinión. Sin embargo, el panorama solo muestra cómo se lavan las manos quienes toman las decisiones. Según ellos, no es su culpa sino de los gobiernos anteriores que hicieron mal las cosas o de los profesores que siempre están en paro; pero “no debemos compararnos”, dicen. Típico en nuestro país.
No obstante, son pocas las propuestas efectivas. Algunos dicen, con toda la razón, que es necesaria más inversión. Pero esto no basta, pues también se debe definir, desde una base investigativa sólida, en qué se va a invertir, dónde está la prioridad. Doy un ejemplo: el plan nacional de bilingüismo. Es un proyecto al que el MEN ha destinado muchos recursos, pero que podría no ser prioritario, al menos por ahora. Como han señalado innumerables investigaciones recientes, es necesario tener buenas bases en lengua materna para poder aprender una lengua extranjera, lo cual está claramente lejos de ser nuestro caso. Por eso, lo pertinente sería poner el énfasis en el aprendizaje intensivo de lectura, escritura y matemáticas. No en inglés.
Por otro lado, desde el periodo de gobierno anterior se han venido implementados cambios en el sistema de preguntas del Icfes, ¿pero cómo hace eso la diferencia si la metodología en clase sigue siendo la misma? Es urgente repensar el debate y cambiar ese paradigma centrado en el producto para poner más atención en el proceso. Un primer paso sería invertir recursos en investigación de calidad sobre temas apremiantes: innovación pedagógica en lectoescritura crítica y en matemáticas dirigida a todos los niveles educativos (preescolar, básica primaria, secundaria, media y superior), cuyos resultados sean la guía principal de la política educativa. Actualmente Colciencias invierte el 80% de sus recursos en investigación sobre salud, agropecuarias, ingenierías y ciencias básicas, y el 20% restante en investigación sobre las otras áreas del conocimiento. Eso deja ver que la investigación sobre educación no es una prioridad, al menos para los últimos gobiernos.
Lo anterior sin contar con que se les debe ofrecer a los futuros maestros una formación de alto nivel y mejores salarios pues, tal como dijeron los analistas de las pruebas, los salarios de los docentes están asociados a mejores resultados. También hay que fortalecer las licenciaturas, lo cual se logra dirigiendo más recursos para infraestructura, investigación, innovación y nuevas tecnologías dirigidas a la educación. Igualmente se deben redefinir los criterios de selección de docentes, sobre todo aquellos que se dirigirán a la primera infancia donde se necesitan profesionales de altísima calidad.
Otro ingrediente que podría ser útil sería incluir dentro de los criterios de acreditación de las licenciaturas un componente de formación en lectura y escritura; todos los maestros deben ser excelentes lectores y escritores porque de lo contrario, no podrán trabajar esos componentes en sus clases. Y finalmente es prioritario aumentar los proyectos de apoyo a los sectores que han mostrado bajos resultados, a condición de que estos proyectos sean realizados por universidades y no por empresas privadas cuyo interés es principalmente de índole económico. Esta emergente preocupación por la educación debe traducirse en una serie de medidas organizadas, rigurosas y reflexionadas.
Todos sabemos que en la educación está la clave del desarrollo, pero aún no se han dirigido esfuerzos concretos a las áreas prioritarias. Nuestro sistema educativo requiere una verdadera revolución y, para ello, todo el esfuerzo debe empezar por la investigación. Es imperativo abandonar el calco ingenuo de modelos exógenos y centrar la energía en descubrir la raíz de nuestros problemas para poder empezar a solucionarlos. No más improvisaciones.
