Scandal es el título de una de las más populares series de la televisión norteamericana. Pese a no tener mérito alguno goza de inmensa popularidad, sin duda debido al tema, pues versa sobre las relaciones extramatrimoniales de un presidente norteamericano con una joven afrodescendiente. Así transcurren varias temporadas de tiempo perdido dado que la serie no aporta nada, ni resalta algún valor, ni cuenta con elementos estéticos que la defiendan. Nada ofrece y sin embargo tiene una fiel audiencia porque el tema subyacente es ese que tanto interés despierta, el que causa terremotos morales, pone a tambalear gobiernos, revuelca instituciones, destruye familias y cubre de ignominia a las personas: el sexo. ¡Esa sí que es noticia!
En un diario de provincia, en una ciudad de provincia, Medellín, aparece una noticia en segunda página: las amenazas contra la vida del alcalde por parte de la delincuencia organizada. No es cosa nueva y menos en esta ciudad. El que un gobernante se encuentre acorralado por cumplir con su deber haciendo frente de manera valerosa a delitos que afectan a toda la sociedad como son el microtráfico, la extorsión, el robo, el asesinato, no es considerado un escándalo, ni algo digno de un titular. Tampoco el hecho, según la prensa, de que la Procuraduría hubiera enterado mediante un oficio a la Fiscalía, y que ésta hubiera tardado más de dos semanas en advertir al mandatario sobre el peligro que corría su vida. El alcalde Federico Gutiérrez se enfrenta a las poderosas estructuras del crimen organizado, sin que surja ningún clamor. Si las amenazas se concretan, o no, si sigue vivo, o si es asesinado como lo fueron algunos antes que él, es una eventualidad de la cual nos ocuparemos cuando ocurra, no antes, pues es irrelevante.
Mucho más ahora, cuando el interés mediático se enfoca en los escándalos de las pasadas semanas. Hechos escandalosos los ha habido en el pasado, los hay en la actualidad y los habrá en el futuro. Algunos serán descubiertos y merecerán las debidas correcciones si es que hay lugar para ello, otros pasarán de largo. Pero difícilmente recibirán la morbosa atención que han suscitado las historias relacionadas con las supuestas inclinaciones sexuales del exministro del interior, Carlos Ferro, o la también supuesta insinuación homosexual del general Palomino a un policía hace ya años, no importa cuánta agua haya pasado bajo el puente, ni cuántos méritos haya demostrado tener el general, de qué manera haya combatido la criminalidad, cuántos servicios le hubiera prestado al país, ni cuántos más podría haber seguido prestándole. También apasiona la existencia de la famosa Comunidad del Anillo, título perfecto para una comedia de Aristófanes.
Me pregunto cuál es la enfermiza atracción que nos despierta la más mínima transgresión sexual. Sin duda Vicky Dávila sabía la clase de bomba que activaría al arrojar a los leones el video del señor Ferro, en realidad solo de la incumbencia de los participantes en el mismo, y quizás de sus esposas. Y digo quizás, pues un matrimonio es un contrato entre dos personas, susceptible a toda clase de acuerdos. Lo mismo ocurre en el caso del general Palomino, ahora el hazmerreír de millones de personas que pasando por alto su dignidad de ser humano y de funcionario público, lo han hecho objeto de toda clase de burlas que hoy circulan por la red, por Facebook, de mensajes que corren por Whatsapp, de chistes de doble sentido o ramplonamente explícitos, de compuestas fotografías pornográficas que incluyen hasta al presidente de la República y que llegan en avalancha a los hogares donde será muy difícil ocultarlas a los ojos de los menores. Mucho más difícil será poder explicarles la verdadera razón de todo esto.
Las transgresiones sexuales no son más que eso,
cuando se dan entre dos adultos que consienten
y no hay violencia de por medio
Las transgresiones sexuales no son más que eso, cuando se dan entre dos adultos que consienten y no hay violencia de por medio. Incluso la prostitución tiene su lugar en la sociedad, cuando es un intercambio entre dos personas que saben a qué se atienen. No afectan más que a los participantes, no a una sociedad, no a un país, no a la infancia, no a la juventud. Digno de escándalo, es lo que ocurre a diario en Colombia: la situación de las escuelas rurales, la baja calidad de la educación, los dineros públicos desviados a los bolsillos de los particulares, la pobreza, la falta de oportunidades, los buenos mandatarios acorralados por la delincuencia, las chuzadas, en realidad inherentes al poder, que perdieron su connotación escandalosa ahora que el presidente Uribe no está en la casa de Nariño. Ejemplos es lo que hay. Pero para qué caer en el lugar común de repetirlos. Especialmente en este momento, cuando no hay conversación en la que no se especule si el general Palomino es de veras gay, por más macho que parezca, si hacía las veces de una madama al interior de la policía, o si la señora del viceministro sabía de las andanzas de su marido hace años, si ambos matrimonios están por terminar, y de paso si las ministras, si la senadora, etc. etc…
Cómo estará disfrutando el procurador.